Último adiós a los artificieros caídos
El príncipe preside el funeral de los cinco militares que murieron en unas maniobrasLa investigación no descarta que hubiera un detonador defectuoso que provocó la explosión
MADRID.Actualizado:Emoción y lamento, mucho lamento en el funeral por los cinco artificieros militares fallecidos el jueves. Hasta el acuartelamiento de El Goloso, a las afueras de Madrid, donde se celebró ayer la misa se desplazó la familia del cabo primero isleño, Javier Muñoz , cuya pérdida ha sido muy sentida en San Fernando. Entre las autoridades estuvo el embajador de Chile, Sergio Romero, ya que otro de los fallecidos que también estaba destinado en La Isla, el sargento Víctor Manuel Zamora, había nacido allí.
En una mañana gélida y despejada, decenas de familiares, amigos y compañeros de los fallecidos dieron el último adiós entre visibles escenas de dolor. En primera fila, con mucha entereza y uniformado, se encontraba el cabo primero Herminio Álvarez Gómez, que salvó milagrosamente la vida en la explosión accidental en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares. El cabo y los parientes de las víctimas recibieron muestras de cariño del príncipe Felipe, que presidió el multitudinario sepelio en ausencia del rey.
La despedida de los artificieros estuvo marcada por el recuerdo a unos «magníficos profesionales» con una amplia experiencia a sus espaldas: Afganistán, Líbano, Kosovo, Bosnia o Haití. Así lo destacó en su homilía el arzobispo castrense, Juan del Río, y de la misma forma lo expresaron algunos oficiales presentes en el funeral. «Una desgracia, cinco de los mejores especialistas del Ejército, sin duda», confesaba un destacado miembro de la Armada.
Los cuerpos de los sargentos primeros Sergio Valdepeñas y Víctor Manuel Zamora, del sargento Mario Hernández, del cabo primero Javier Muñoz y del cabo Miguel Ángel Díaz llegaron al acuartelamiento pasadas las 13:15 horas. Los féretros fueron llevados a hombros por sus compañeros y colocados frente al altar. A un lado las autoridades civiles y militares , con el príncipe a la cabeza. Del otro los desconsolados familiares y compañeros del Ejército de Tierra y de la Infantería de Marina, quienes asistieron con rictus serio al entierro de cinco de los suyos.
«Impotencia»
El arzobispo Del Río transmitió la «impotencia y congoja» de la familia castrense por la «prematura» pérdida de cinco «extraordinarios» artificieros. Profesionales que se preparaban para su próxima misión internacional de paz en el Líbano, recordó. Y a los familiares, que lloraban desconsolados con la mirada clavada en los féretros, les dijo que «toda España está orgullosa» de sus hijos .
Acompañado a los familiares estaba el cabo Álvarez, herido leve en la explosión accidental del jueves, a quien le acababan de dar el alta horas antes. Uniformado y con gafas de sol, vivió con entereza la misa a escasos metros de los féretros de los que hace tres días eran sus compañeros. Anteriormente había mantenido una amistosa conversación con el príncipe, que le dio ánimos para su completa recuperación.
Tras concluir la homilía el príncipe impuso, a título póstumo, las cruces del Mérito Militar y del Mérito Naval con distintivo amarillo (para servicios que entrañen grave riesgo) sobre cada uno de los féretros. Posteriormente, mandos militares entregaron la condecoración y la bandera a los allegados .
Como viene siendo habitual en este tipo de ceremonias, los militares entonaron después 'La muerte no es el final', un himno en homenaje a los caídos en acto de servicio con el que concluyó el funeral. Los cinco militares serán enterrados hoy por sus familiares en la intimidad, mientras que los dos heridos de gravedad, el teniente asidonense José Manuel Candón y el sargento Raúl González, luchan por salvar su vida en el Hospital Gómez Ulla de Madrid.
¿Posible fallo?
En cuanto a la investigación que hay abierta para aclarar qué pudo fallar en la explosión controlada sobre la que trabajaban los cinco fallecidos, las hipótesis apuntan a un posible defecto en el detonador. Estas primeras averiguaciones se basan en la presencia de corriente residual en los cables que conectan con la carga o al error humano, según fuentes de Defensa.
Los investigadores de la Guardia Civil, a los que el juez togado militar ha ordenado que indaguen el siniestro, parten de la base de que la carga «mínima» de explosivo que iba a volar las minas anticarro desactivadas estaba lista. Esto es, que los detonadores y los cables que permiten activar la carga a distancia ya estaban preparados. Pero en ese momento se activó la corriente eléctrica de forma involuntaria y se produjo la deflagración cuya onda expansiva afectó a los artificieros.