La rebelión del 'pequeño Ratzinger'
Fin de ciclo. Los obispos abren la batalla por la sucesión de Rouco, que el martes conseguirá su cuarto y último mandato al frente de la Iglesia española Relevo en la cúpula de la Iglesia. Antonio Cañizares, exarzobispo de Toledo, mueve los hilos desde Roma para llegar a liderar el catolicismo español en 2014
Actualizado:La sombra del cardenal Tarancón es muy alargada. Tanto como su legado y su papel en los años de la Transición a una sociedad democrática. Entonces, la Iglesia encabezaba los ranking de confianza e imagen, unos registros que ahora pulverizan todas las prospecciones sociológicas. Tarancón mantiene todavía la marca del único 'jefe de los obispos' que ha encadenado tres mandatos consecutivos al frente de la jerarquía española. Antonio Rouco Varela aspira esta semana a lograr su cuarto y último mandato como 'número uno' de la Conferencia Episcopal (CEE), aunque en una secuencia interrumpida. Ricardo Blázquez, entonces obispo de Bilbao, le arrebató el cetro en 2005 tras una enconada pugna. El actual arzobispo de Valladolid pagó su osadía. El cardenal recuperó su corona en 2008. Por un voto la perdió y por un voto la ganó, en un Episcopado dividido por matices ideológicos -conservadores y moderados-, personalismos y por la forma de relacionarse con el Gobierno .
Ahora toca renovar. Mañana comienza en Madrid la Asamblea Plenaria de los obispos, que incluye el nombramiento de su presidente. Los estatutos de la institución establecen que el mandato se renueva cada tres años y Rouco, a las puertas de los 75, rinde cuentas. Todo el mundo da por hecho que revalidará sin dificultades y que tiene el camino despejado para coronar una carrera eclesiástica de poder omnímodo y sin apenas contestación. Los prelados no quieren ofrecer una imagen de división ante Benedicto XVI, aunque no pocos habrían preferido que el arzobispo de Villalba, que cumple la edad reglamentaria para presentar su dimisión el 20 de agosto -en plena visita del Papa por la Jornada Mundial de la Juventud-, hubiera retrasado la elección a la asamblea de noviembre, una vez puesto su cargo a disposición del pontífice.
«Si Rouco da este paso es que ha hablado con Roma y lo tiene muy claro. No creo que el cardenal haya visitado al Papa solo para darle una mochilita. A los que le votan les tiene que dar la seguridad de que no es por un año. Sería una insensatez presentarse a cinco meses de la renuncia sin las bendiciones oportunas y luego plantear un pulso al Vaticano. En cualquier caso, me parece poco evangélico hacerlo así y resulta bochornoso obligar a los obispos a votarle en esas condiciones», reprocha un influyente analista con conexiones en Roma y en Madrid. Esta cuestión podría deparar alguna sorpresa. Aunque, a cinco meses de la llegada de Benedicto XVI, los obispos descontentos con Rouco no quieren ofrecer la imagen de desunión de un Episcopado partido en dos. La Jornada Mundial de la Juventud es una iniciativa del cardenal gallego, que se ha volcado en la celebración para que sea todo un éxito. Y lo será.
Para apuntalar la unidad, Rouco habría incluido en su 'plancha' al arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, al que habría ofrecido la vicepresidencia, en un guiño al ala más abierta de la jerarquía para que cierre filas en favor de la comunión episcopal. Una cesión sin apenas coste puesto que el cardenal catalán se encuentra en el epílogo de su carrera eclesial al cumplir 75 años en 2012.
En manos de 75 obispos
Pero el melón de la sucesión se ha abierto y algunos ya toman posiciones para liderar el 'postrouquismo'. Es verdad que las cosas no funcionan igual en el terreno eclesial que en el político, pero los movimientos electorales que se están viviendo en la Iglesia española «son dignos de cualquier partido», en palabras de un observador de este ámbito. Circulan las listas, los trueques, las transaccionales, los lobbies y los contactos a todos los niveles para que nada quede a la improvisación de los 75 obispos cuando mañana por la tarde se proceda a la votación de tanteo -la votación definitiva será el martes a primera hora- para conocer las preferencias de sus eminencias.
Porque no solo se elige al presidente de la Conferencia. También se deciden el nombre del 'número dos', el vicepresidente, el de ocho comisiones episcopales -algo así como los ministerios de un gobierno- y los miembros del Comité Ejecutivo, auténtico centro de poder. En definitiva, una remodelación de la cúpula del Episcopado. Todo ello convierte estas elecciones en especiales, puesto que algunas de las cuñas que ahora se incrustan en el 'aparato' de la jerarquía pueden ser decisivas para el relevo, en el primer trimestre de 2014.
Desde fuera de la Casa de la Iglesia no se aprecia una oposición organizada de los 'no roucos', si bien son muchos los que critican en privado el estilo de gobierno del 'purpurado de hierro', muy personalista y autoritario, al que se reprocha haberse entregado a los nuevos movimientos, entre ellos el Camino Neocatecumenal, que le organiza las grandes demostraciones de fuerza. «Da la impresión de que nadie quiere dar un paso y mojarse, porque los números no les salen y Rouco tiene asegurada la mitad más uno, la mayoría simple, para renovar su mandato. Todavía no se les ha quitado el susto de la 'operación Blázquez'», mantiene un teólogo taranconiano.
Lo cierto es que Rouco ha ido configurando un Episcopado a su medida y muchos de los obispos actuales le deben la mitra, como los de San Sebastián y Tarazona. Solo en el último trienio ha habido treinta movimientos episcopales, muchos de ellos nuevos nombramientos. Aunque algunos analistas creen que el cardenal ha perdido poder en ese ámbito de decisión, todavía manda mucho en Roma. «Antes, lo que el nuncio Monteiro proponía, Rouco lo deshacía», recuerda un columnista religioso. Pero eso ha cambiado. El anterior embajador de la Santa Sede en Madrid es miembro de la congregación que nombra a los obispos -al igual que Rouco- y su opinión tiene ahora mucho ascendiente. Por si acaso, el purpurado gallego aprovecha cualquier oportunidad para ganarse al nuevo prefecto de ese influyente dicasterio romano. El cardenal invitó a monseñor Marc Ouellet al reciente congreso de Sagradas Escrituras en Madrid, para la puesta de largo de la nueva Biblia del Episcopado, publicada, por cierto, tras un golpe de mano contra las editoriales católicas. Cuestiones como ésta, su apuesta por la confrontación política o movimientos episcopales discutidos -personas valiosas acaban en diócesis de segunda y a gente más mediocre, pero de confianza, se la encumbra a plazas de primera- son las que alimentan al sector crítico con Rouco.
El núcleo más centrista del Episcopado realizó un primer movimiento en 2005 al presentar a Ricardo Blázquez como candidato alternativo. Consiguieron la presidencia, mientras la vicepresidencia fue para Antonio Cañizares, que ya comenzaba a incubar sus propios planes. El entonces obispo de Bilbao mantuvo un perfil bajo y defraudó las expectativas de sus seguidores, aunque volvieron a apoyarle en 2008 por respeto a una ley no escrita de que los presidentes siempre repiten un segundo mandato. Rouco desbarató sus planes. Ahora, su futuro es una incógnita, pese a que sigue realizando labores de máxima confianza de la Santa Sede.
Ambición y poder
Durante el trienio anterior, la ausencia de Blázquez de la primera línea fue aprovechada por Cañizares, entonces arzobispo de Toledo, que desplegó una intensa actividad para disgusto de Rouco, que vio en el purpurado valenciano a un cualificado competidor que podría amenazar su reinado. Y aunque ideológicamente son como dos gotas de agua, la forma de gobernar les fue separando. «Cañizares es ambicioso y busca el poder. Su visión de España es la del rey godo Recaredo, muy anacrónica. En aspectos doctrinales y eclesiales es igual que Rouco, con el que hasta ayer era uña y carne. Se distanciaron por una cuestión de personalismos», interpreta un observador.
La gestión del 'caso Federico Jiménez Losantos', cuando el comunicador protagonizó una etapa de extrema dureza y sectarismo en la Cope, acabó por distanciarles. Cañizares era partidario de sacar al conductor de 'La Mañana' de la cadena de los obispos, pero Rouco se empeñó en mantenerle como ariete contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Pero Jiménez Losantos no solo se cebó con el líder socialista, sino que disparó contra todo lo que se movía, incluidos Mariano Rajoy, presidente del PP, y el propio Rey Juan Carlos, quienes tuvieron ocasión de quejarse ante el mismísimo Bertone, secretario de Estado del Vaticano, en una visita a Madrid. La renovación del contrato a Losantos, sostenida en solitario por Rouco, sorprendió a Cañizares en Roma, durante una comida en la embajada de España ante la Santa Sede.
Aquel episodio ha marcado la actitud de Cañizares, que cambió la apacible sede primada de Toledo por la curia vaticana. El Papa le nombró prefecto de la Congregación para el Culto Divino, un dicasterio de rango menor, pero de especial cariño para Benedicto XVI. El cardenal se siente «un ave de paso» en la capital italiana. Durante sus habituales paseos por la ciudad del Tíber y en las largas horas en los espartanos despachos curiales, el 'pequeño Ratzinger' -el apelativo le viene de su paso por la Congregación de la Doctrina de la Fe- barruntaba el regreso para liderar el catolicismo español. De hecho, no han pasado desapercibidas sus frecuentes visitas a España, a la que sigue enganchado.
¿Tiene capacidad para liderar a los conservadores y aglutinar el malestar del sector rebelde? Cañizares posee anclajes en la curia vaticana y fuertes apoyos en el Episcopado español. Además, ha cultivado valiosos contactos en el terreno de la política, tanto a la izquierda como a la derecha. Ha trenzado buenas relaciones con el PP de Mariano Rajoy y cuenta con valedores en distintas comunidades, sobre todo en la valenciana. De las negociaciones en materia educativa y asignación tributaria mantiene canales abiertos con el Gobierno de Rodríguez Zapatero. No por casualidad, en la última visita de Ramón Jáuregui al Vaticano, el ministro de la Presidencia -departamento sobre el que descansan las relaciones con la Iglesia católica y con la Santa Sede- mantuvo una reunión con el cardenal.
«Un Juan Bautista»
Pero Cañizares tiene que resolver primero su regreso a España, que solo puede ser a Madrid, cuando Rouco deje vacante la sede del arzobispado. La clave está en quién será el cardenal de la capital. Mientras, mueve sus peones. En círculos eclesiásticos se cita a Juan del Río como su hombre de confianza, que actuaría como «un Juan Bautista que habla en nombre del que va a venir». Incluso hay quien aventura que puede ser el 'tapado' para abrir camino en la Conferencia. Sus valedores creen que Del Río, un monseñor con discurso y muy ejecutivo, es la persona adecuada para ejercer la portavocía, ahora en manos de Juan Antonio Martínez Camino.
El prelado jesuita se ha ganado muchos enemigos por su actuación autoritaria y dogmática, como fuerza de choque de Rouco en la primera línea. Martínez Camino concluye su mandato como secretario general en 2013 y se da por hecho que el cardenal gallego le recompensará con una diócesis. Es el momento que esperan los descontentos para hacerse con el auténtico puente de mando de la Conferencia. Antes, Del Río iría vaciando de poder las competencias del obispo auxiliar de Madrid, según el análisis de pizarra de los estrategas del cambio.
En la ruta del arzobispo castrense se interponen nombres como los de Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, y Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo, que también aspiran a mayores misiones y esbozan sus propias 'primarias'. El primero, en el que muchos ven al sucesor natural de Rouco, ha tenido destellos de criterio autónomo frente a la oficialidad madrileña. Pero es el segundo el preferido del núcleo más integrista. Sea quien sea el sucesor de Rouco en 2014, liderará un tiempo distinto, tanto en lo eclesial, para aplicar las directrices del nuevo Ministerio para la Evangelización, como en lo político, con contenciosos de otra índole. Y a lo mejor se cumple aquel objetivo que se propuso Tarancón: que la Iglesia perdiera influencia política y ganase credibilidad religiosa.