UN PERIODISTA DESDE TRÍPOLI
Actualizado:Después de tantos años de redactor jefe de una sección de Internacional, me faltaba brindar un homenaje a los compañeros que tantas veces arriesgaron su vida por llevar las noticias a nuestros lectores. No puedo olvidar a mi querida Mercedes Gallego, incrustrada en las tropas yanquis que tomaron Bagdad; a Íñigo Gurruchaga, transmitiendo la guerra desde Bahréin y relatando cómo los aviones aliados marchaban en oleadas a bombardear Bagdad; a Manu Mediavilla, protegido en un refugio de Sadam junto a nuestro amigo Manu Leguineche durante aquel bombardeo; a Enrique Müller, describiendo desde Israel los efectos de los misiles Scud de Sadam Hussein. He formado parte de todos los gabinetes de crisis de mi periódico desde la caída del Muro de Berlín. Y ayer, uno de los dos únicos periodistas occidentales que han logrado infiltrarse en Trípoli me devolvió emocionado a tiempos pretéritos, cuando asistía a la verdad por la que arriesgan su vida. Martin Fletcher manda sus crónicas a 'The Times' emboscado como bloguero. Reproduzco con admiración hacia todos ellos algunas pinceladas de su espléndida historia.
«Gadafi se prepara para la última batalla. Los residentes hablan de la última masacre. Las calles de Trípoli están desiertas, las tiendas cerradas y a las puertas de algunas panaderías se forman colas interminables. Aquí y allá pueden verse grupos de policías armados. La población se muere de miedo tras la represión de la manifestación de ayer. Un grupo de hombres prepara el funeral de su amigo. Estaba casado y su mujer espera un hijo. Miles de residentes del barrio de Tajour marchaban al centro de Trípoli. Cantaban: «Libia, libre». Se toparon con las fuerzas de seguridad, que dispararon desde los tejados con ametralladoras. Las balas caían como una lluvia. No se podían contar los muertos en el caos. El joven murió de un balazo que le atravesó la frente. Su hermano me dijo: 'Pedía sus derechos humanos y ahora es un martir de la revolución. Cada muerte nos encoragina. Donde hay sangre no hay marcha atrás. Gadafi sólo tiene una forma de sobrevivir. Matándonos a todos'. Al hospital han llegado manifestantes tiroteados. Nos recibe un médico cuyo hermano ha muerto. Su cuerpo está sobre una camilla. Me muestra el agujero de la bala que le atravesó el corazón. Es ingeniero y tiene tres hijos. Se cruzó con unos manifestantes cuando comenzaron a dispararles. Para conseguir un certificado de defunción ha tenido que inventarse una historia. No se puede decir que los mataron las fuerzas del Gobierno».
Gracias, maestro.