El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la Cumbre Euromediterranea que se celebró en Barcelona en el 2005. :: EFE
ESPAÑA

ESPAÑA FRENTE A UN NUEVO DESAFÍO EN EL MAGREB

El Gobierno y la UE han ido detrás de los acontecimientos hasta ver que la caída de los dictadores era un hechoPuede ser uno de los países más beneficiados si las crisis desembocan en transiciones pacíficas hacia la democracia

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Mientras que 2011 para España y buena parte de Europa es un año más de crisis, para los vecinos del sur del Mediterráneo ha traído cambios políticos radicales que les pueden permitir aspirar a una vida mejor. En poco más de un mes han caído dos dictaduras; una tercera, la de Gadafi en Libia, se tambalea; y en el resto de los países árabes se ha producido un efecto dominó que ha llevado a muchos ciudadanos a lanzarse a la rebelión contra sus líderes. Las revoluciones estallan cuando en una sociedad hay una mayoría de ciudadanos tan desesperados que no pierden nada por echarse a la calle a luchar contra su gobierno, y hace tiempo que estas condiciones se daban en el mundo árabe.

Según los últimos acontecimiento, resulta evidente que no estamos ante un 1989 árabe, y que la caída de Ben Alí en Túnez no va a ser como la caída del muro de Berlín, que provocó la desaparición de todas las dictaduras comunistas europeas en unos pocos meses; sin embargo, los diversos tipos de regímenes despóticos que gobiernan el mundo islámico, desde monarquías absolutistas a dictaduras teocráticas o repúblicas con familias que heredan el poder, hoy más que nunca temen a sus súbditos, y saben que van a tener que emprender reformas económicas y políticas para calmar su ira si quieren seguir mandando. Ya hemos visto cómo desde Marruecos hasta Arabia Saudita empiezan a tomar medidas de urgencia para mejorar las condiciones de los sectores más desfavorecidos. Al menos eso se ha conseguido por ahora.

¿Qué se puede esperar de esta crisis? De momento las fuerzas democráticas se han abierto camino en Túnez y en Egipto y los dos países tienen buenas perspectivas de que la democracia triunfe. No se puede decir lo mismo de Libia, donde el 'perro rabioso' de Oriente Próximo, como llamaba Ronald Reagan a Gadafi, ha prometido resistir hasta el final y a cualquier precio. En otros países como Bahréin puede haber sorpresas en cualquier momento. Por lo demás, la pobreza, que es el detonante de estas revueltas, no va a cambiar de la noche a la mañana, y aunque hoy los árabes tienen más razones que nunca para albergar esperanza ante el futuro, para mejorar su situación económica va a ser necesario algo más que un cambio de régimen.

Ola de inmigrantes

La primera consecuencia inmediata de la crisis árabe que afectará principalmente a España y a los países del sur de Europa es el riesgo de una ola de inmigración. Según la Comisión Europea, unos 750.000 árabes podrían decidir emigrar al norte, por razones económicas y también políticas. Unas 5.000 personas han llegado a la isla italiana de Lampedusa en la última semana huyendo del Magreb. Es de prever que la presión migratoria aumente, y también las peticiones de asilo político ante las cuales España tendrá que estar preparada.

El vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunció el viernes que nuestro país y la Unión Europea serán «humanitarios» en la acogida de inmigrantes, pero también «firmes» en la defensa de sus fronteras. Es de prever que la próxima visita de José Luis Rodríguez Zapatero a Túnez incluya en su agenda medidas para controlar y frenar la probable salida de inmigrantes rumbo a Europa.

La segunda consecuencia de esta crisis que va a tener un efecto inmediato sobre el bolsillo de los españoles es la subida del petróleo. El estallido de la crisis en Libia hizo que el precio del barril Brent sobrepasara los 110 dólares. El suministro de gas también peligrará si hay problemas en Argelia, de donde procede un 33% del gas que se consume en España. El Gobierno ya ha adoptado un plan de ahorro, en el que la medida estrella y centro de una fuerte polémica ha sido la reducción del límite de velocidad.

Sin embargo, a pesar de los costes, esta crisis puede ser una oportunidad que nuestro país no debe desaprovechar. España es el país de la UE que más cerca tiene al mundo árabe y por lo tanto el que más interés tiene en que las revoluciones árabes culminen con mayor prosperidad, más estabilidad y más democracia en la región.

¿Qué ha hecho España por el sur del Mediterráneo en las últimas décadas? En 1995, el Gobierno de Felipe González se situó en la vanguardia de la política mediterránea al poner en marcha una importante iniciativa dentro de la Unión Europea, el llamado Proceso de Barcelona, cuyo principal objetivo era fortalecer la cooperación y promover la prosperidad y la democracia en los países del sur del Mediterráneo. De este proyecto surgieron otras iniciativas europeas como la Política Europea de Vecindad o la Unión para el Mediterráneo, que perseguían el mismo fin. Aunque no han llegado suficientemente lejos, su impacto sí fue positivo si se analizan los indicadores económicos de estos países y las cifras de inversión de España y otros países europeos en la zona durante los últimos 15 años.

No ha obtenido un resultado similar la Alianza de Civilizaciones, una costosa idea que puso en marcha el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que no ha tenido relevancia alguna en esta crisis. Mientras somos testigos de cómo Gadafi masacra a su propio pueblo, el presidente Zapatero y el resto de los dirigentes europeos deben preguntarse si tuvo sentido recibir cordialmente al líder libio en las principales capitales europeas hace poco más de un año y haber estrechado lazos con él.

Respecto a la actitud de España ante la crisis en el mundo árabe, la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, al igual que la Alta Representante para la Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, han dado la impresión de ir detrás de los acontecimientos, a la espera de ver de qué lado cae la moneda, y en el caso de Túnez y Egipto no se han puesto claramente de parte del pueblo hasta que la caída de los dictadores era irreversible.

Más recursos

Finalmente, el viernes la Unión Europea acordó imponer un embargo sobre la venta de armas, así como la congelación de activos y la prohibición de visado para Muamar Gadafi y su familia, entre otras medidas. Sanciones que intentan sustituir la tibieza mostrada por España y la mayoría de los países de la UE por una actitud más firme que contribuya a que las revoluciones culminen de la forma deseable.

En este terreno, España podría tener un papel más activo si presiona para que los recursos de la llamada Política Europea de Vecindad se centren ahora en el norte de África, donde son tan necesarios. Estos fondos podrían ayudar a que países como Egipto y Túnez tuvieran una transición a la democracia exitosa, y que el resto de los países de la región comprobara que la cooperación económica de España y la UE proseguirá siempre y cuando contribuya también a la apertura política.

Hay que recordar que la clave del éxito de la proyección exterior de España en las últimas décadas fue el ser un ejemplo para el mundo sobre cómo superar traumas del pasado, alcanzar la prosperidad económica y consolidar la democracia por medios pacíficos. La oportunidad que se presenta ahora, pese a los visibles riesgos, es sin duda la de tratar de promover su modelo de éxito en el mundo árabe. De la misma forma que el norte de África es ahora un área muy vulnerable a los problemas del subdesarrollo y la inestabilidad política, si en el futuro surgieran países prósperos y democráticos que contribuyeran a crear riqueza al otro lado del Mediterráneo, España sería uno de los principales beneficiarios.