De los buenos manantiales...
La Farruca viajó en el tiempo hasta el corazón del baile flamenco recogiendo las huellas de los grandes maestros, desde Fernanda Romero hasta Farruco
Actualizado:Es evidente que cuando las cosas se trabajan, salen. Hablar de homenaje implica introducir un cierto halo de nostalgia y añoranza del pasado que suele justificar los errores o los posibles defectos que guarda una obra. Meterle mano a los grandes es difícil, y hacerlo bien, más. La despedida de los escenarios de La Farruca no pudo elegir una opción que mejor cuadrara con la genealogía bailaora. Desde Fernanda Romero hasta Matilde Coral haciendo un alto para rememorar la incendiaria fuerza de Carmen Amaya o Lola Flores.
De principio a fin, la salvaguarda de las figuras que han marcado el baile en el flamenco ha estado recogido en una figura que ha extrapolado su alma a la de sus antepasados, evitando el mimetismo plástico para dar argumento a su propio sistema de valores. Y es que cuando se tiene la suerte de pertenecer a una que se ha sellado con galones de oro mucho se puede hacer. Y hecho está.
Desde el instinto el baile de La Farruca nos ha trasladado al pasado, al baile por el baile, una alegoría pulcra de lo que era y lo que fue. Una evocación al pasado desde el presente, una mirada al futuro desde el pasado.
El escenario se llenó exclusivamente de baile, el que puso en tribuna a Fernanda Romero. La que tuvo la gran suerte de debutar de la mano de Farruco allá por 1944, un antes y un después en la carrera de la sevillana. Un taranto con acoples de platillos vislumbraron una figura redonda, viva, un préstamo cedido con honor.
El pequeño de los Farrucos, Manuel 'El Carpeta' debutó a lo grande. Un teatro rendido desde su primer desplante, extasiado por su rapidez en sus movimientos. Demasiada sobreexcitación recibió el público que se volcó en la pequeña estrella de la familia Fernández. Así hizo por alegrías hasta que el relevo a Matilde Coral apareció, con la Farruca. Matilde, allí presente se emocionó y lanzó jaleos en forma de «extirpe flamenca la tuya».
El peso musical de la noche se lo llevó de principio a fin Pedro Heredia 'El Granaíno' que, acompañado de Mara Rey y Fabiola Pérez, estuvo pletórico en cada lamento vocal. Tonás de éste y de Fabiola para el sombrío baile, de nuevo del menor de los Farrucos y seguiriyas de La Farruca. Carmen Amaya, con palillos, hizo acto de presencia. Sus brazos hablaron. Solo una interpretación facial algo más ajustada hubiera bordado la pieza. Muy templada en sus actos, la dejó falta de expresividad por momentos.
Con el piano de Pablo Rubén Maldonado, el homenaje a al cante participó. Camarón de la Isla, Caracol, Tomás Pavón, y fandango de 'Chocolate' en la voz de Pedro imantaron la música hacía la zambra, cuando Lola Flores volvió del más allá. Momentos como éste demostraron que los grandes, cuando se reflejan en los grandes se hacen más grandes. De la zambra al carcelero, a la niña de fuego y vuelta a empezar para cerrar con fandangos caracoleros. El remate, visceral hasta la médula; homenaje a la tradición familiar, al patriarca: Farruco. Por soleá la hija se convirtió en padre y el menor de la familia se hizo abuelo.
Un testamento escrito en la retina de los que pudimos disfrutar anoche de una emotiva noche en la que la presencia de los grandes maestros paró el reloj para dejarnos ver que el flamenco está más vivo que nunca, y que de los buenos manantiales...