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Decenas de libios lloran la muerte de tres jóvenes durante los violentos enfrentamientos en la ciudad de Bengasi. :: REUTERS
MUNDO

El futuro de Libia se decide en Trípoli

«La gente que no me quiere no merece vivir», asegura Gadafi en un discurso ante sus seguidores

PAULA ROSAS
RABAT.Actualizado:

«Preparaos para defender Libia, preparaos para defender el petróleo, preparaos para defender la dignidad». Con estas palabras se dirigió ayer un desafiante Muamar Gadafi a varios centenares de seguidores en la plaza Verde de Trípoli. Sin embargo, Gadafi ni representa ya a Libia, ni controla el petróleo, ni ha demostrado tener la dignidad del mandatario que escucha a un pueblo que ya no le quiere. Puede que el de ayer sea uno de los últimos discursos públicos del 'guía de la revolución', cuyo régimen perdió ayer el control de varios barrios de la capital y vive, previsiblemente, sus últimas horas.

Varios enfrentamientos violentos estallaron ayer en diferentes puntos de la capital poco después del rezo del mediodía, en una jornada que los opositores, que controlan ya gran parte del país, habían bautizado como 'día de la ira'. Testigos en Trípoli aseguraron a varias agencias internacionales y televisiones árabes que las tropas de Gadafi habían abierto fuego contra los fieles que se congregaban en los exteriores de las mezquitas, provocando «muchos, muchos muertos».

La batalla por Trípoli puede ser el final del régimen de Gadafi, que ayer, según diversas informaciones, apenas controlaría ya una parte importante de la capital y, quizás, la ciudad de Sirte, localidad en la que nació el coronel y sobre la que llega información contradictoria. Los leales a Gadafi se enfrentaron a los manifestantes en varios barrios de la capital, algunos de los cuales podrían haber acabado en manos de los opositores, según los mensajes enviados por internautas en Trípoli a través de redes sociales. Gadafi se encuentra más acorralado que nunca. Sin embargo, el coronel pidió ayer a sus fieles que resistan tal y como Libia resistió a la colonización italiana y que defiendan con armas la capital. «Si quieren pelea, tendrán pelea», arengó el dictador desde la muralla de la plaza Verde ante quizás un millar de seguidores, que portaban banderas verdes y retratos del 'guía de la revolución'. Gadafi amenazó con abrir los depósitos de armas si es necesario para luchar contra aquellos que quieren acabar con el régimen. «La gente que no me quiere no merece vivir», afirmó.

Tan desafiante como su padre, Saif al-Islam, el que durante años se pensó que podría ser el sucesor de Gadafi, aseguró en una entrevista con CNN-Turquía que gran parte del país se encontraba bajo control del régimen y que ni él ni su familia pensaban abandonar el país. «Tenemos un plan A, un plan B y un plan C. El plan A es vivir y morir en Libia. El plan B es vivir y morir en Libia y el plan C es vivir y morir en Libia», dijo.

Pero si por la tarde Gadafi ofrecía armas a sus fieles, por la mañana el coronel había intentado comprar su apoyo con beneficios económicos. La televisión pública aseguró que cada familia recibirá 500 dinares (unos 290 euros) y que los funcionarios públicos obtendrán un aumento de sueldo del 150%.

Las tropas de Gadafi habían comprendido bien el peligro que podría suponer para el régimen un levantamiento en Trípoli tras el sermón de los viernes, por lo que las mezquitas de la capital amanecieron rodeadas por un fuerte cordón de seguridad. Las autoridades también habían exigido a los imanes de Trípoli que transmitieran mensajes proGadafi en los sermones, versos del Corán sacados de contexto como «aquellos que llaman al caos no serán perdonados en el Día del Juicio Final» o «aquel que desobedece al gobernante, desobedece a Dios».

Ni el cerco ni los mensajes sirvieron para intimidar a algunos fieles, que se lanzaron a la calle a gritar consignas contra Gadafi. La respuesta de las milicias del régimen no se hizo esperar. «El tiroteo comenzó mientras rezábamos», aseguró ayer un testigo que se encontraba en el barrio de Suq al Yomaa de la capital a la BBC y que pudo ver cómo mataban a varios de sus vecinos.

Ciudades liberadas

En Bengasi, la segunda ciudad de Libia, decenas de miles de personas se congregaron en el paseo marítimo de la localidad para pedir, una vez más, el fin del régimen. La localidad se encuentra desde hace días en manos de los opositores, que han comenzado ya a organizarse en comités populares para administrar los asuntos de la ciudad. Grupos de ciudadanos formados, entre ellos maestros, médicos o abogados, han creado un «cuerpo administrativo popular» que ejercerá sus funciones en Bengasi y en otras ciudades liberadas de la misma provincia, según dijo un portavoz, Abdelhafiz Hoga.

Pero no solo las ciudades del este del país y algunas del oeste están bajo el control de la oposición. Los rebeldes aseguraron ayer que la mayor parte de los pozos petroleros, así como las terminales portuarias desde las que se exporta el preciado líquido, se encuentran en manos de los opositores a Gadafi. Varias fuentes aseguraron a Reuters que la producción ha caído un 75%, pero que los contratos petroleros firmados por el régimen de Gadafi se respetarían siempre y cuando fueran justos, según dijo a la agencia Jamal bin Nur, juez y miembro de la coalición 17 de febrero.