vuelta de hoja

Escuela de traductores

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La sangre que está corriendo en Libia se reflejará pronto en los contadores de las gasolineras. A la escalada revolucionaria le está siguiendo muy de cerca, hasta pisarle los talones bancarios, la escalada del petróleo y España solo dispone de reservas para 90 días. La hemoglobina, que es el pigmento que da color a todas las revoluciones y contrarrevoluciones, verá alterado su color y será más cara, aunque siga siendo tan pálida como antes si se corta el abastecimiento. El dictador libio no escarmentó en cabeza ajena cuando vio lo que pasaba en Túnez y Egipto con Ben Alí y Mubarak.

Para que no le entrara en la cabeza solo le bastó con cambiar de turbante o ponerse un gorro a juego con su variado repertorio de disfraces.

Europa está muy preocupada, ya que sabe que tendrá que ocuparse en buscar soluciones imposibles. Toda revolución se basa en el intento de cambiar las cosas de los que no tienen ninguna cosa que perder. El desequilibrio económico las hace posibles y estalla cuando la gente no tiene la posibilidad de comer. A esa conmoción la solemos llamar «negaciones de la civilización» y destructoras de la cultura, ya que no solo se rompe en ellas mucha porcelana y muchas bibliotecas, sino que acaban con gran número de vidas, incluidas las de la gente que vivía bastante bien apoyando al tirano.

Un hombre solo nunca puede tener metido en un puño a un pueblo entero, ya tenga la mano abierta o cerrada, y ahora vendrá la caza y captura de adictos, si es que la revolución triunfa.

Eso de decir «lleno, por favor», aunque cada uno tenga su depósito, tendrá un precio que habrá que homologar con el Trípoli, cuando se llenen más de sangre sus calles.