Nada que celebrar
El rey comparte con protagonistas del 23-F de 1981 una jornada de recuerdos y abrazos
MADRID.Actualizado:Tres décadas de arraigo democrático han logrado cambiar una ráfaga de metralleta por un café con pastas. Ayer por la tarde, a la misma hora y en el mismo lugar donde resonó el «¡quieto todo el mundo!» con el que Antonio Tejero quiso amordazar la voluntad popular, 144 diputados de la primera legislatura compartían merienda con los actuales propietarios de esos mismos escaños en los que hace tres décadas vivieron 18 horas al límite.
El Congreso recordó ayer el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981 con una reunión de confraternidad plagada de anécdotas, reencuentros e imágenes que aquella noche ya perdida en las hojas de la historia contemporánea de España hubiera sido sencillamente imposible. Una especie de 'déjà vu' con protagonistas que retornaron al mismo escenario de la intentona antidemocrática peinando más canas y menos dudas.
Don Juan Carlos no necesita que nadie le cuente cómo pasó. Vivió todo este episodio en primera fila y su papel fue crucial para abortar la asonada. Parafraseando a Bono, «esa noche el rey creció ante su pueblo». El monarca, afable y distendido, y un grupo de protagonistas politivos del 23-F, se hicieron una fotografía de familia en la escalinata del Congreso con los leones como impertérritos testigos. Fue la primera de las imágenes para la posteridad. En la segunda, los diputados de entonces y los de ahora compartieron peldaños con José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
La mejor prueba de que este 23-F no tuvo nada que ver con el de 1981 fueron las escenas que se vivieron en el hemiciclo. La cúpula militar aplaudió desde la tribuna las alusiones de Bono a Adolfo Suárez, Calvo Sotelo o al teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, «símbolos de las libertades y la democracia que los golpistas intentaron derribar aquí delante», dijo el presidente del Congreso señalando a los escaños del Gobierno, donde, por cierto, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy compartían confidencias y sonrisas con una mano en la boca para evitar que nadie pudiera leer en sus labios, como si los hubiera envuelto el espíritu de unidad y concordia del 23-F.
También en la bancada azul, Manuel Fraga y Santiago Carrillo certificaron que la distancia que les separaba en 1981 es apenas un recuerdo. Bono dijo del entonces comunista que se quedó «firme y sereno en su escaño» cuando muchos temieron por su vida. Sobre el presidente fundador del PP comentó que a las 8.50 minutos de la mañana del 24 de febrero gritó a los guardias: «¡Disparen contra mí!». En esta ocasión no pudo vigilarles el ultraderechista Blas Piñar, porque pese a ser diputado en 1981 no fue invitado. Hubo mención para los periodistas que estuvieron al pie del cañón. Bono citó a Rafael Luis Díaz, Juan Ramón de la Cuadra, o José María García. En los pasillos se recordaba a otros, como la recientemente fallecida Susana Olmo.
Bono, que el 23-F estuvo muy cerca de la pistola de Tejero porque era secretario cuarto de la Mesa del Congreso, dejó claro que no había nada que celebrar los 23 de febrero, pero consideró acertado evocar un hecho que, a su juicio, provocó un punto de inflexión en la historia de España con el que se acabaron para siempre «los ruidos de sables».