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MUNDO

EPITAFIO A UN MUÑECO ASESINO

JOSE LUIS PEÑALVA
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Gadafi ha dicho que no saldrá del país y morirá mártir. Palabras que emplearon antes Ben Ali y Mubarak. Y que traducidas a su idioma significan morir matando. A este personaje maldito se le puede aplicar la máxima de Nerón: «Nada puede haber nacido en mí que no sea detestable». Así lo certifica la ONU. El senador John Kerry cree que su violencia va más allá de lo despreciable.

Quiere llevarse a la tumba la parte de su imagen más histriónica y pierde el control del país bajo un paraguas, un gorro negro descolocado y una túnica sacada de su guardarropía de muñeco asesino. A 'Chucky' se le ha corrido elmaquillaje y el tinte. Reivindicó que estaba en el escenario, entreverado en una arruga del telón y dictó a su hijo un conjuro a mayor gloria de Vlad Dracul, 'El empalador': «Convertiré las calles de Trípoli en ríos de sangre». Previamente las transformó en grandes lagos matando a ciudadanos indefensos, tras convocar a los jinetes del Apocalipsis: libios, islamistas, extranjeros, drogadictos, exiliados e imperialistas. En el videoclip que antecedió a su promesa solemne de martirio parecía el epitafio de un genocida sumido en una gran soledad. Su patetismo forma parte de su último acto de extravagancia calculada. No está loco. Sólo es brutal, exhibicionista, caprichoso, iracundo, feroz, taimado y calculador, bajo su peinado-montera del siglo XVIII, adherido al poder de manera despiadada. Su enajenación forma parte del guión de su historia de terror. En una visita de reconciliación a Italia apareció con un uniforme imaginario, entorchados de brigadier y una foto de un líder de la resistencia ahorcado por los italianos. El país le pidió perdón con 3.500 millones. A cambio, se quedó con sus proyectos de infraestructura.

El mundo ha sido su gran teatro y el petróleo, su mecenas. Así ha convertido Francia y España en su clac, deudores de su mar de petróleo. Cuando puso su tienda de campaña en Central Park, pidió en la ONU que se borrase Suiza, convocó a quinientas putas italianas con el Corán o paseó entre rubicundas guardaespaldas interpretaba un melodrama que combinaba la arrogancia y el 'bullying'. Su gran interpretación fue renunciar al terrorismo tras recibir de vuelta al terrorista de Lockerbie. La comunidad internacional lo aplaudió a rabiar. Pero una nueva generación de jóvenes libios, unidos por Internet, sabe lo ocurrido en Túnez y Egipto, y fuera sólo ve ríos de leche y miel. Su arrogancia de vampiro se convierte en polvo.