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La alimentación más clara

Las etiquetas nutricionales juegan un importante papel como herramienta para ayudarnos a elegir aquellos productos que más nos convienen. Usándolas con inteligencia, podremos conseguir una alimentación más saludable

P. MANZANARES
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«Bajo en calorías», «rico en proteínas» o «ayuda a reducir tu nivel de colesterol» son algunos de los reclamos que muchos productos alimenticios nos venden hoy desde sus etiquetas. Pero para poder hacerlo, y velando para que no nos den gato por liebre, hay leyes y normas que regulan qué es lo que pueden especificar, cómo deben hacerlo y en qué ocasiones. El problema es cómo comprender unas etiquetas tan complejas.

Esther Carrera y Lourdes Samaniego, profesoras de la Facultad de Farmacia de la Universidad San Pablo CEU expertas en el tema, ofrecen unas pautas muy útiles.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta cuando nos acercamos a leer una etiqueta nutricional es qué pretendemos con ello para saber qué buscar. Así, una persona con un problema de sobrepeso u obesidad se irá primero a leer los ingredientes para elegir aquel producto que menos grasas contenga.

Si lo hacemos así, convertiremos las etiquetas en una herramienta excelente para ayudarnos a llevar esa dieta equilibrada y personalizada que cada uno necesita.

Para ello debemos saber que la información que obligatoriamente nos deben indicar aquellos productos que, en su publicidad o en su etiqueta, hagan alguna declaración sobre sus propiedades nutricionales, tendrán que ver con el valor energético y con la composición en nutrientes del alimento (proteínas, grasas, hidratos de carbono, vitaminas, etcétera). De este modo, un alimento que se anuncie como «bajo en grasas» deberá demostrar en su etiquetado que así es y uno que lo haga como ‘light’ hará ver que tiene al menos un 30% menos de materia grasa que su homólogo normal. Veamos que siendo así, un alimento ‘light’ no tiene por qué ser bajo en grasas, sino tener ese porcentaje menos de ellas que el normal, lo que podrían seguir siendo muchas.

¿Cómo se muestra esta información? Obligatoriamente en una tabla en la que se definirá el valor energético (en kilocalorías o kilojulios) y las cantidades de proteínas, hidratos de carbono y grasa, que son los macronutrientes que aportan el contenido energético. En el caso de las grasas, como además el usuario cada vez es mas consciente de que las hay beneficiosas y perjudiciales, se puede dar el desglose de cada una de ellas. Si el producto ha declarado que lleva, por ejemplo, ocho vitaminas y minerales, deberá detallarlos uno a uno también obligatoriamente. Todo será mostrado en cantidades por cada 100 gramos e indicará qué porcentaje de la cantidad diaria recomendada (CDR) o cantidad diaria orientativa (CDO) se cubrirá con esos 100 gramos. Hay que tener en cuenta que esas cantidades diarias son orientativas, ya que se basan en la dieta de 2.000 calorías de un adulto sano.

Como no es muy realista que de algunos alimentos vayamos a comer 100 gramos de una sentada (por ejemplo, mantequilla), hay etiquetas que nos ofrecen además la información nutricional referida a la ración habitual de consumo del alimento (10-15 gramos en el ejemplo de la mantequilla). En este caso, la etiqueta indicará además el número de raciones que contiene.

Alimentos funcionales

Los alimentos llamados funcionales que aseguran que sus propiedades repercuten en la salud del consumidor («reduce el colesterol» o «fortalece tu sistema inmunitario», por ejemplo) están obligados a demostrarlo científicamente.

«Se ha visto drásticamente reducido este tipo de declaraciones, ya que la Unión Europea solo da el visto bueno a aquellos productos capaces de demostrar con evidencias científicas de primer grado (estudios en humanos) esa propiedad que afirman que tiene su producto. De este modo, las Autoridades Sanitarias Europeas protegen al consumidor de posibles fraudes», explica Samaniego.

Otro tema importante en el que se fijarán los más de 10 millones de alérgicos que hay en España es precisamente en los alérgenos. Para ellos, la Unión Europea señala en un listado los 14 responsables de la mayor parte de las alergias alimentarias que son con los que los fabricantes deben tener especial cuidado. Que se incluyan en el producto no es un riesgo, porque bastará con fijarse en la lista de ingredientes, pero en algunos alimentos podría darse lo que se denomina una contaminación cruzada: «Cuando en una barrita de chocolate sin frutos secos leemos una advertencia que indica que podría contener trazas de frutos secos es porque el productor de esa barrita utiliza las mismas máquinas en la línea de producción para hacer esas y otras que sí contienen frutos secos. Por mucho que se limpien las máquinas, se corre el riesgo de que algún trocito se quede y pase a la barrita que no debería llevar esos frutos. Por el riesgo que entraña una alergia de este tipo, la ley le obliga a indicar esa mínima posibilidad para evitar daños», explica Carrera.

Controles de seguridad

Con respecto a los aditivos, ya sean conservantes o de otro tipo, sucede exactamente lo mismo que con los ingredientes. Todos deben aparecer en un listado bien identificados con el nombre, el tipo, una letra junto a un número (código común para la Unión Europea) y la propiedad que tiene, por ejemplo, si es un acidulante o un potenciador del sabor. Eso sí, todos los que se usan en la UE han pasado estudios científicos de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) que corroboran que no son perjudiciales si se usan tal y como está previsto. Hay por ello una lista de aditivos autorizados publicada en toda Europa que regula cuáles se pueden utilizar, sobre qué alimentos y en qué cantidades está permitido, ya que no es lo mismo un conservante para el pan que se toma a diario que otro para unas guindas confitadas cuyo consumo es mucho menor.

No es este el único control para velar por que todas las etiquetas son correctas y aportan toda la información legal que deben conforme a lo que están ofreciendo; en las empresas existe un departamento que se encarga de que esto sea así: «De otro modo, se enfrentarían a sanciones por parte de la Autoridad Sanitaria, que es quien cumple la función de vigilar ese etiquetado, a través de funcionarios que recorren mercados, supermercados y comercios para inspeccionar no solamente que las etiquetas lleven toda la información obligada, sino también para coger muestras y comprobar que todos los ingredientes que en ellas se especifican están en la cantidad que se indica», detalla Carrera.

Como vemos, las etiquetas de los productos no solo mejoran nuestra seguridad, sino que haciendo un buen uso de ellas podemos convertirlas en herramientas y ayudarnos a llevar una dieta sana y equilibrada, eso sí, tal y como señalan las expertas, no hay que dejarse engañar por las indicaciones absurdas como la que puede aparecer en un pan de molde en el que se declare que es «bajo en colesterol», porque el pan es un alimento de origen vegetal y es imposible que tenga colesterol, ni por creernos que por tomar productos que reducen el colesterol, por ejemplo, nos vamos a quitar ese problema si luego no llevamos una dieta baja en grasas animales.