«Quiere estar junto a mí aunque no sabe bien quién soy, pero le queda la constancia de que siempre hemos estado juntos»
"La gente, en general, cuando enferma, tiene la esperanza de curarse o de operarse para ver si sana, pero con esta enfermedad sabes que eso no va a suceder"
Actualizado: Guardar«Mi mujer y yo estábamos jubilados y llevábamos una vida normal, pero ella comenzó a tener fallos de memoria y gestos extraños. Recuerdo la primera vez. Llegué de la calle y me encontré con que había tendido la ropa por encima de los muebles de toda la casa, en lugar de usar el tendedero tan hermoso que tenemos.
Ese fue el principio. Luego me hablaba de cosas que habían pasado hace mucho tiempo sin venir a cuento y así hasta que un día me preguntó quién era yo y qué pintaba en su casa. Entonces acudimos a un especialista y el diagnóstico fue rápido.
La gente, en general, cuando enferma, tiene la esperanza de curarse o de operarse para ver si sana, pero con esta enfermedad sabes que eso no va a suceder. Por eso, la salida que tomamos fue venirnos a vivir a este Centro de la Fundación Reina Sofía, donde también me acogieron a mí. Pensé que, de algún modo, al venir aquí evitaba a mis hijos que tuvieran que dejar de trabajar y, egoístamente, también así me atendían un poco a mí.
Aquí todos son enfermos, o casi todos, porque hay algún otro matrimonio en mi misma situación, pero no puedes hablar de nada con nadie. Todos los días son iguales, solo te toca esperar a que vayan pasando. Recuerdo que a los pocos días de estar aquí vi cómo un enfermo se quitaba los dientes mientras otro que tenía enfrente los reclamaba como suyos. Resultaba que él también se los había quitado. Menos mal que llegó una enfermera, lavó las dos dentaduras y le colocó a cada uno la suya. Parece un chiste, pero esas son las situaciones que se viven. Cada enfermo es distinto: los hay que lloran, otros que ríen… Con el Alzheimer nunca se sabe.
Mi mujer ya no recuerda ni viendo fotos. De hecho, ni siquiera se acuerda de sus hijos y huye de ellos. Conmigo es diferente. Ella quiere estar siempre junto a mí aunque no sabe bien quién soy, pero le queda la constancia de que siempre hemos estado juntos y, quizás por eso, desea que esté junto a ella. Pero como no podemos mantener una conversación, me siento a su lado, le hago contar del 1 al 20 para que no pierda del todo la memoria que le queda... A veces me hace caso y otras no.
Afortunadamente, duermo en otra habitación, porque ellos a las nueve de la noche a veces están en la cama. Así, de esa hora a la medianoche, tengo vía libre para leer, que me gusta mucho. Es bueno tener tu espacio».