Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
ESPAÑA

Bono: «Sentí miedo y tristeza por la indignidad de los uniformados»

El presidente de la cámara y los diputados Juan Barranco, Soledad Becerril y Txiki Benegas cuentan cómo vivieron el asalto al Congreso

ALFONSO TORICES
MARDID.Actualizado:

El 23 de febrero de 1981, a las 18,22 horas, el teniente coronel Antonio Tejero, al mando de unos 200 guardias civiles, asaltó el Congreso mientras los diputados votaban la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno en sustitución del dimitido Adolfo Suárez. A tiros y bajo la amenaza de los subfusiles, mantuvo secuestrado al Gobierno y a los 350 diputados durante casi 16 horas. El presidente de la cámara, José Bono, los socialistas Alfonso Guerra, Juan Barranco y José María Benegas, y la popular Soledad Becerril, entonces de UCD, son los únicos que hoy son diputados y aquel día estaban allí.

«Todo fue muy rápido. Escuchamos un ruido, un disparo fuera del hemiciclo, y tuve muy claro que era un golpe; estaba muy próxima la 'operación Galaxia' (una intentona golpista frustrada unos meses antes), tanto que incluso pensé que se trataba de Yniestrillas», revive Bono, entonces secretario de la Mesa de la cámara. «En ese momento -cuando Tejero se sube a la tribuna pistola en mano- se entremezclan un sinfín de sensaciones amargas, miedo, tristeza.la indignidad de los uniformados», confiesa el expresidente de Castilla-La Mancha.

El primer recuerdo de Barranco y Becerril es casi idéntico. «Sorpresa y perplejidad» y «asombro e incredulidad». El exalcalde madrileño pensó en un primer momento que los guardias perseguían a terroristas. «Hasta que empezaron a disparar, claro. Entonces vimos que venían a por nosotros. Tirarse al suelo fue algo instintivo. Mi primer recuerdo consciente fue taparme la cabeza con el codo por si las balas atravesaban el escaño. Eso sí, cuando nos ordenaron levantarnos pensé que allí iba a haber una masacre».

Benegas ofrece otro punto de vista. El asalto visto desde los pasillos y la cafetería pegada al hemiciclo. Ya no era diputado porque había dimitido para presentarse como candidato a 'lehendakari' en las elecciones del País Vasco, y había acudido a ver la investidura desde la tribuna de autoridades. La llegada de Tejero le cogió junto a la puerta de entrada, de charla con un periodista. Corrieron a la cafetería. «Los guardias, nerviosos, entraron a saco, tiraron mesas, botellas, vasos y nos hicieron tumbar. Me apuntaba con un subfusil un joven al que le temblaban las manos. Creí que me iba a meter el cargador en la cabeza. Pese a esto, el momento más dramático fue cuando oímos los tiros en el hemiciclo, no sabíamos si había muertos ni qué pasaba con los diputados».

«La espera fue tensa, larga y llena de incertidumbres -relata Bono-. Y con miedo, claro que sí, pero con el paso de las horas creció la esperanza porque el tiempo jugaba a favor de la democracia y contra los golpistas. También hubo mucha dignidad, temple y valentía de muchas personas; Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado, Calvo-Sotelo, Fraga, Lavilla.». «Temí por mi vida -recuerda Barranco-. Desde el suelo pensaba en mi mujer y mis hijos, y sentía una sensación que ahora vuelvo a sentir, una enorme tristeza porque volvíamos a la noche negra de la dictadura, una gran amargura e impotencia».

Mientras el heredero de Enrique Tierno Galván en la alcaldía de Madrid rasgaba la funda del escaño para esconder la agenda con los teléfonos y direcciones de la plana mayor del PSOE madrileño, Txiki Benegas se las ingeniaba para salir del Congreso. «Cuando ordenaron que todos los periodistas de la cafetería se largaran, me quité las gafas para que no me reconocieran, me puse en la fila, y coló. Desde la calle llamé a (Francisco) Laína (responsable de la comisión de subsecretarios que ejercía de gobierno provisional) para contarle todo lo que pasaba dentro y desaconsejé un asalto. Habría habido muchas víctimas».

Ruido de sables

Los cuatro diputados coinciden en que pese a que el ruido de sables y el malestar de la ultraderecha estaban ahí, la crisis económica persistía, ETA protagonizaba su máximo histórico de asesinatos y pasaban hechos graves como el abucheo al rey en la Casa de Juntas de Gernika, ninguno sospechó siquiera la posibilidad de un asalto al Congreso. No se sienten especialmente marcados por aquella ignominia ni se replantearon su carrera política, prueba de ello es que «mi vocación política ha persistido», dice Becerril.

El hoy presidente del Congreso lo ve más como «un hito», como «un dique histórico en el que se solazarán la libertad y la democracia frente a la presión de la dictadura y la intransigencia». Barranco reconoce un efecto secundario negativo y otro positivo. No es capaz de ver imágenes reales o dramatizadas del asalto. «Me invade el dolor, la humillación y la indignación que sentí». Pero en lo positivo coincide con Benegas. «Me hizo apreciar aún más la libertad y la democracia, por encima incluso de las ideologías. La democracia -añaden- hay que preservarla y cuidarla a diario, algo que se olvida cuando, como a los jóvenes, te viene dada. Se olvida que la libertad hay que conquistarla y, además, se puede perder».

La segunda conclusión también es unánime. No volverá a haber en España un 23-F. «Este país, europeo y moderno, está vacunado contra un nuevo golpe», dice Benegas. «La democracia está definitivamente asentada», añade Becerril. «Tres décadas después -resalta Bono- España puede exhibir una próspera hoja de servicios, unas cotas de libertad y prosperidad envidiables, por eso, cualquier vuelta a aquella época refuerza el valor del desenlace feliz de aquella histórica jornada».