los lugares marcados

Un refrán para cada ocasión

Jerez Actualizado: Guardar
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Conozco tres cosas apañadas donde las haya: el jarrillo de lata, un abrigo de paño y un buen refrán. De las tres cosas podríamos hablar cumplidamente, pero permítanme que hoy vuelva a los refranes. Cuando se agotan las razones en una discusión (entre los políticos, por ejemplo, porque las razones de la política cada vez son más difusas); cuando hay que procurar consejo a un amigo sin implicarse demasiado; cuando en medio de la conversación se le va a uno el santo al cielo, un refrán te salva y te hace quedar como un rey. O como un filósofo.

El Refranero es un caudal de sabiduría popular, de sentido común pero, sobre todo, de soluciones: de salidas espectaculares, de ambigüedades que te salvan del apuro. Que un día llegas tarde al trabajo, ahí tienes el ‘Más vale tarde que nunca’, o el ‘No por mucho madrugar amanece más temprano’. Que al día siguiente lo que te interesa es dejar en mal lugar al compañero que también se ha retrasado (hay gente así de retorcida), ahí está el ‘A quien madruga, Dios le ayuda’, dicho en voz alta y con el retintín oportuno. Y nadie se extraña de la paradoja. Otro caso: si quieres dar tus quejas al jefe, o a tu padre, o a tu mujer, te abre camino el ‘Quien no llora, no mama’. Pero, si te conviene callar, acógete al ‘En boca cerrada, no entran moscas’. Una vez adquirida la práctica, es sencillo encontrar el refrán adecuado, la excusa perfecta refrendada por la tradición, por la familia y por la literatura clásica.

En estos tiempos revueltos donde el blanco pasa a negro con una facilidad que pasma, donde del sí al no va un suspiro, háganse con un ejemplar del Refranero, a poder ser temático, con un índice amplio donde poder buscar las claves, situaciones y circunstancias. Aparte de una lectura entretenida, les aseguro su utilidad.