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Sociedad

EL PRÓFUGO

MANUEL ALCÁNTARA
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El dinero se ha fugado. Es una de las costumbres menos caballerosas del poderoso caballero y todos sus humildes servidores debiéramos estar habituados, pero seguimos con el empeño de buscarlo precisamente donde no está. Una de las pocas manías que podemos consentirnos es esa de acudir siempre cuando nos llaman a engaño. ¿Dónde se habrá escondido el prófugo? Por si apareciera, el Gobierno y el Banco de España le conceden plazos más holgados para que se reinserte. El hijo pródigo, que está tardando demasiado en regresar, será bien recibido cuando vuelva. Sacaremos las manos de los bolsillos vacíos para abrazarle. Hay que facilitar la difícil reconciliación y el Boletín Oficial del Estado publica un decreto obligando a vender activos a las desvencijadas cajas que no logren capital. Es el llamado plan B, que no es ni bueno ni bonito ni barato, pero que no pude resultar peor que el plan A, que es el que nos ha llevado a la ruina.

Las entidades que no pueden cumplir los requisitos impuestos tendrán que vender oficinas, no sin antes haber puesto en la calle a la gente que estaba dentro de ellas. La estrategia es buena sobre el papel, pero no hay suficiente papel moneda para cubrir las indemnizaciones, por muy parcas que sean. La mayor dificultad que ofrece el plan B es encontrar compradores, por muchas facilidades de pago y muchos incómodos plazos mensuales que se den, quienes no tienen un puñetero euro no pueden pagar.

El nuevo marco legal nos muestra el cuadro de abusos y los derroches. ¿Van a ser iguales quienes hicieron una gestión honrada que quienes rellenaron de bichos malos las cajas hasta convertirlas en rivales de la de Pandora? Hay balances que le ponen los pelos de punta incluso a las calaveras de los piratas que las mangonearon. Cajas que regalaron yates y coches de lujo, pensiones millonarias de por vida y préstamos incobrables a clubes de fútbol. Ahora deben permitir que muchos ahorradores pobres se sonrojen en su nombre, mientras se encuentra al dinero evadido.