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DE ZORRILLA A LA MAREA

¡QUE TE PEGO LECHE!

Detrás de esa colmena de empresas hay una persona que se levanta todos los días a las seis de la mañana

INMACULADA MACIAS
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Hace unos días veía en la tele un programa presentado por el periodista Manuel Campo Vidal sobre anuncios que marcaron época, publicidad que ha quedado en la retina de nuestra memoria y que el tiempo mantiene viva como si fuera ayer. Recuerdo aquel de Coca-Cola donde un chico detallaba las virtudes de su madre ante un empresario que guiado por lo que marcan las reglas tan sólo veía en su curriculum un par de folios lleno de renglones. Era como si trasladara la mente a mi infancia y viera a mi madre comiendo el filete con más nervios o pasando la noche en vela junto a la cama de quien interrumpía el silencio nocturno con un golpe de tos. Es curioso lo que esconde la mente cuando en la vorágine del día a día paras un momento para rebuscar en ella aquello que guardas en el baúl de los recuerdos. Por eso estos días, cuando veía al empresario José María Ruiz-Mateos comparecer ante los medios de comunicación era inevitable rememorar aquel ¡que te pego leche! , que aún hoy, más de 20 años después, es rescatado de las hemerotecas como símbolo de la lucha iniciada por el Superman de los negocios cuando de la noche a la mañana un 23-F golpearon su economía familiar y laboral. Si a la gente de la calle le preguntas qué ocurrió entonces, por qué expropiaron Rumasa, les aseguro que no tienen ni idea, que lo único que pueden hablar de la empresa de la abeja es que el señor Ruiz-Mateos emprendió en defensa de lo suyo una campaña de marketing por la que le deberían haber dado un Oscar a la publicidad, utilizando recursos propios cosecha de su imaginación y de la de un equipo de estrechos colaboradores que no dudaron en sumarse a la causa. Una campaña con la que se garantizó primeras páginas sin gastarse un duro en publicidad. Sé que no fue fácil levantar de nuevo el imperio Rumasa, aunque no soy experta en economía o finanzas para asegurar si se hizo bien o mal, pero de lo que sí tengo constancia es que detrás de esa colmena de empresas hay una persona que se levanta todos los días del año a las seis de la mañana, que echa horas sin cobrar las extras, que apenas disfruta de vacaciones, que durante años ha creado el empleo que el Gobierno debería haber dado y que además le encantan las pastas Reglero, que huelen y saben a mi infancia, lo que en parte me enternece. Sé que dentro de esa colmena hay cientos de familias que encontraron un puesto de trabajo que el INEM nunca les ofreció, personas a los que dio una oportunidad cuando la vida se la negó, y gente que lo admira porque supo enfrentarse a la máquina del Gobierno cuando tenía todas las de perder. ¡Qué cierto es que cuando las vacas dan leche todos quieren ordeñarla, pero cuando deja de hacerlo es mejor sacrificarla y comérsela!. Por eso no creo que sea justo el tratamiento que algunos medios de comunicación le han dado al anuncio por parte de la empresa de la solicitud de cuatro meses de plazo para poner en orden la situación económica que atraviesan por culpa de la maldita crisis, esa lacra que parece que a todos afecta menos a los bancos y cajas, que siguen cobrando incluso por el mantenimiento de una cuenta con números rojos (habrá que pensarse en guardar el dinero como los antiguos, en los colchones). Si tan malo era lo de las acciones, bien calladito se ha tenido mientras los anuncios para su compra acaparaban minutos de televisión en hora punta o páginas impares en tiradas nacionales los domingos. Esto no quiere decir que si las cosas se hacen mal haya que callarse, pero hay que ser precavidos con lo que se dice sobre todo cuando todavía no he visto a un inversor de esos pagarés denunciar que no ha cobrado con los intereses prometidos y puntualmente, cuando pocos recogen en sus medios que Ruiz Mateos le ha ganado más de un juicio al Estado por la expropiación de sus bienes y que por ello le deben un dinero con el que podría pagar a acreedores y Seguridad Social de por vida. Y si para ello hay que volver a echarse a la calle, estoy segura que a Ruiz Mateos a sus ochenta años aún le quedan fuerzas para disfrazarse de Superman, de chulapo o de lo que sea, para escaparse de una Audiencia o recorrerse cientos de pueblos con un asistente, un atril y un megáfono y conseguir un escaño de eurodiputado. Por eso es importante la prudencia, no vaya a ser ahora que cobre razón aquel ¡qué te pego leche!, y vuelta a empezar.