Sociedad

La 'jet' perruna

Animales de 179 razas han competido en el concurso canino más importante de Estados Unidos, que se celebra desde 1877. El ganador del certamen se convierte en toda una estrella

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Son la 'jet set' canina, las celebridades de su especie. Y, como sucede con los humanos, su vida no se parece mucho a la de sus congéneres más desventurados, plebeyos 'mil leches' comidos por el frío y las pulgas. Estos perros de élite se benefician de unos privilegios de clase que son un puro reflejo de nuestra alta sociedad: los alojan en hoteles, los retratan para las revistas, los alimentan solo con lo mejor y, cuando procede, los quitan de trabajar. Porque lo más importante no es que pastoreen, cacen o guarden la propiedad de sus dueños, sino simplemente que luzcan perfectos al llegar ese momento decisivo en el que el mundo los está mirando. En Estados Unidos, la cita clave ha llegado esta semana: el show del Westminster Kennel Club, el concurso más importante del país, ha celebrado en Nueva York su 135ª edición, en la que han competido 2.626 mascotas de 179 razas. Incluso el Empire State ha lucido una iluminación especial para la ocasión, púrpura y oro. Y, como es lógico ante semejante concentración de estrellas guapas, los fotógrafos estaban allí.

El Westminster Kennel Club nació en los años 70 del siglo XIX. A sus responsables les gusta recordar que la bombilla eléctrica, el automóvil y el baloncesto todavía estaban por inventar en aquella fecha. Sus fundadores fueron unos cuantos señoritos que se reunían en el bar de un hotel de Manhattan para presumir de sus hazañas cinegéticas, un tema que solía derivar en largas discusiones sobre cuál de ellos poseía el mejor perro. En 1877 celebraron la primera edición de su show canino, que pronto adquirió fama y contó con participantes ilustres, como animales enviados por el zar ruso o el káiser alemán.

Con el tiempo, los concursos de este tipo se han ido sofisticando hasta convertirse en un universo peculiar, en el que el triunfo resulta muy caro: para que un perro destaque, suele ser necesario invertir un dineral en presentarlo a muchos certámenes y promocionarlo en publicaciones especializadas. Los criadores estadounidenses se gastan 330 millones de dólares al año solo en llevar a sus animales de pura raza a este tipo de encuentros, sin contar el coste de mantenerlos. En el concurso neoyorquino, por ejemplo, lo más 'in' es hospedarse en el hotel Pennsylvania, justo enfrente del recinto donde se desarrolla el certamen, el Madison Square Garden. «Aquí los recibimos con las patas abiertas», ha declarado el responsable de comunicación del hotel, Jerry Grymek. Estos días, con unos 800 huéspedes cuadrúpedos, las áreas comunes se han transformado en un inmenso salón de belleza canina: allí los bañan, los peinan, les hacen las uñas, les untan aceite de bebé en la punta del hocico o los ponen a correr sobre cintas de gimnasio. Como el físico no lo es todo en la vida, también pueden concertarles una cita con un terapeuta que los tranquiliza ante el estresante compromiso de desfilar sobre la alfombra verde.

Cazador de ciervos

Los jueces eligen al mejor de cada raza, el que se ajusta más al estándar, y entre esos ganadores se selecciona posteriormente el mejor del show. Dicen que algunas razas, por su aspecto espectacular, tienen más probabilidades de hacerse con ese título de perro del año, pero de vez en cuando salta la sorpresa: en 2008 ganó por primera vez un 'beagle', el vivaracho Uno, un pariente lejano de 'Snoopy' que se ha convertido en una de las mascotas más populares de Estados Unidos. Fue invitado a la Casa Blanca por los Bush, tocó la campana para abrir la sesión en la Bolsa, hizo el saque de honor en varios partidos de béisbol y visita habitualmente a niños y combatientes hospitalizados. Este año, el juez encargado de elegir al mejor perro del show era el italiano Paolo Dondina, una eminencia que hará lo propio dentro de tres semanas en el concurso canino más importante del Reino Unido, Crufts. Dondina es un enamorado de los 'beagles', pero se inclinó finalmente por un 'deerhound' escocés, un galgo originario de las Tierras Altas que se ha usado tradicionalmente para cazar ciervos, los 'deers' de su nombre.

Se llama Hickory, es una hembra de cinco años y 40 kilos y ha podido disfrutar ya de algunas prebendas vinculadas a su nuevo título: ha subido al mirador del Empire State y se ha zampado un monumental filete en el famoso restaurante Sardi's. Pero, como buena aristócrata rural, seguro que ha echado de menos su plácida rutina en una propiedad de veinte hectáreas de Virginia, tan diferente al día a día de las 'celebrities' urbanas: «No está acostumbrada a las luces, las cámaras y el ruido -ha explicado a la agencia AP su manipuladora, Angela Lloyd-. Esto supone toda una experiencia para una perra que vive en una granja y persigue a los ciervos».