La recaída
Actualizado: GuardarNueva Rumasa ha vuelto a desmoronarse de nuevo. El pasado regresa en forma de deudas y hay que afrontarlas en bloque, o sea, pagarlas todas juntas. Hay que reconocer que José María Ruiz-Mateos le ha dado trabajo a mucha gente, pero más que a nadie a los jueces. Es, quizá con la excepción de Mario Conde, el hombre más investigable de la península ibérica. Las empresas por él fundadas están al borde del abismo, pero no todas, ya que muchas han caído con él. Nadie debe alegrarse, por muy envidioso que sea. Las catástrofes laborales siempre desprenden cascotes que descalabran a los que pasaban por allí, si bien para darse una vuelta y echarle trigo a las palomas o para fumarse un cigarrito, aprovechando que hay tramos donde no está prohibido todavía. El desmoronamiento empresarial puede afectar, entre diez empresas, al Rayo Vallecano, que es el rayo que no cesa nunca en sus ilusiones ni en sus resplandores. Un club simpatiquísimo que puede verse abocado a que le echen a todos los jugadores del campo. Ruiz-Mateos ha sido el hombre espectáculo. Sin duda es todo un carácter, pero se ha caracterizado demasiadas veces de Superman, de barrendero y de recluso perseguido hasta dentro de su propia celda. Yo le tengo cierta admiración. Si hubiera leído a Rilke, en vez de a monseñor Escrivá, sabría que lo más importante que puede hacer cualquiera es sobreponerse, pero no le ha sido imprescindible para saberlo.
Lo que no me gusta es que hable de pegarse un tiro en el caso de no poder pagar a sus inversores. El eco no debe ser anterior al estampido ni a la estampida de sus empresas. Su obligación moral seria suministrarle municiones a los miles de empleados y de personas que confiaron en él y le prestaron dinero. En cualquier caso su aciaga decisión última está condicionada. La fe que profesa, según sus palabras, no se la permite. No sea que el tiro le salga por la culata.