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Nuestro protagonista, Diego del Morao, posando con su guitarra. :: IMAGEN CEDIDA
LA VOZ DE LA CONCIENCIA

'Orate': frescura para la guitarra

Este trabajo es fruto de un artista alienado por las músicas y el compás, Diego del Morao

RAFAEL LORENTE
JEREZ.Actualizado:

Sinónimo de la temeridad y de la demencia; Orate sólo puede ser el fruto de un artista alienado por las músicas y el compás, de un joven guitarrista cuya moderna concepción del toque le ha llevado a la introspección y al ensimismamiento. Lo mismo que el pintor observa abstraído las luces y las sombras, Diego del Morao siente en la tapa armónica de su pecho las notas con las que sueña y que, como si fuera en una permanente adivinanza, descubre imaginativamente, pulsando y pisando en silencio las cuerdas de su guitarra.

Si se le observa, puede vérsele la facilidad con que alterna presencia física e intelectiva, con lapsus a mundos internos, en los que, absorbido por prioridades musicales, permanece ajeno de quien le rodea, transportado quizá a un idílico oasis de falsetas y armonías. A veces, abstraído, incluso en lugares públicos, nos hemos tenido que acercar y prácticamente tocarlo para que advirtiera nuestra presencia. Este CD de Diego del Morao no podía estar mejor denominado; 'Orate' define escuetamente el mundo de cualidades y condiciones en el que tiene que estar sumido un guitarrista actual para poder trascender con su guitarra. El aficionado que se detiene en las músicas que salen de las manos de Diego, o las acepta tal cual o se vuelve 'Orate' como él, ya que son difíciles de razonar. Son tantas las condiciones necesarias para llegar a su actual momento interpretativo, que sumarlas dan lugar a un resultado imposible. Para su comprensión, el aficionado mediocre recurre a la genética, a su entorno, a la tradición familiar... factores que pueden ser coadyuvantes, pero no determinantes para el nivel alcanzado por este guitarrista jerezano. Muchos son los que podríamos enumerar. De poco sirve que tu padre sea un magnífico y reconocido guitarrista, si tu, a parte de las condiciones necesarias, no gozas de extraordinarias virtudes y te transformas en un visionario. Sí, porque Diego interpreta como lo hace un ilusionista; intuye la nota y pulsa para crear la música adecuada al momento, actúa como un iluminado al que, sin embargo, observamos sencillo, tocando sin alharacas ni afectaciones.

Abrazado a su guitarra, tal si fuera un órgano más de su cuerpo, se vierte sobre ella como para sincronizarla con su corazón y sus sentimientos. Cuando se halla, traba un caldo de cultivo en el que todo es idóneo, nada falta ni sobra en sus armonías, por lo que se convierte en un provocador nato para todo aquel que sepa valorar y deleitarse con la actual concepción de ese maravilloso y siempre en evolución instrumento: la guitarra flamenca.

Autodidacta

Una vez más, el arte natural de un autodidacta convierte en castillo de naipes toda la parafernalia y la leyenda existente en torno a la formación de un guitarrista; normas y dictados que Diego del Morao derrumba con éste Orate, en el que no suena a nadie, ni siquiera a su padre, o a aquellos con los que ha soñado o por los que siente admiración y que forman la columna vertebral de su identidad tocaora.

En esta grabación y a través de los diferentes cortes, Diego nos ha hecho sentir y entender su actualidad interpretativa que, junto a la compositiva, no dejan impasible a ningún aficionado que se precie, ya que con éste trabajo pone en liza a todo un maestro cuyos conocimientos y cualidades hacen de Diego un guitarrista lleno de frescura pero de profundos conocimientos y raíces. Cuando la ocasión lo requiere, Diego muestra su maestría en el dominio del diapasón, tal es el caso de la rondeña o la siguiriya donde nos trae el recuerdo de su bisabuela la Mahora; toques en los que a pesar de introducir nuevos impases y flamenquísimas evocaciones nos trastea en la memoria y nos esculca en las gavetas del recuerdo. También nos deleita en la bulería por soleá, en la que precioso y preciso coquetea con sus ancestros y admirados maestros a los que llama en una especie de reto musical. Tal es el caso del aquelarre que monta junto a Paco de Lucía.

Niña Pastori

Igualmente lo borda con la Niña Pastori, extraordinaria voz y artista aún no del todo valorada, la que como Diego grabará su nombre en negrita en la historia del flamenco. En este corte ambos artistas se retroalimentan: ella, arañándole a Diego las telitas del corazón en momentos tan sensibles, cosa que hace con su voz valiente y delicada, meciendo la escena de su Yayo y de su Juana; plena de afinación y sentimientos de ternura y a la que Diego aúpa elevándola a los cielos con sus etéreas armonías. Corte éste para la cabecera de cualquier disco y con sobradas cualidades para optar a un premio discográfico.

En el siguiente corte, es el Cigala al que como productor hay que agradecerle y alabarle su apuesta por éste trabajo de Diego del Morao, y porque pone con acierto su voz, cada vez más afinada y llena de dulces matices y giros de el de la Isla.

Una vez más, la genialidad de Diego Carrasco se hace patente para salir airoso del trance de su colaboración, la que, a pesar de la fragilidad de sus metales, suple con sus conocimientos rítmicos y escenográficos. En el corte número 9 del trabajo, se explaya cautivando al oyente con una fiesta de sello santiaguero en la que se rodea de la última hornada salida de ese inagotable barrio jerezano al que pertenece su familia y de la que es continuador: la saga de los Moraos.