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Vivir de nuevo

ISABEL FLORES
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Un niño sonriente sale por la tele en un anuncio, mira a la madre y le dice que es fantástica. Ella cariñosa le está preparando un flan con nata. El hijo le dibuja un corazón y termina diciendo «gracias mamá». Viendo esas imágenes de ficción, pero que son hechos cotidianos en cualquier casa, a la vez leía el periódico y no pudo por menos de comparar.

Un hombre mató a su ex con un hacha. Acababa de dejar a su hija en el colegio. Y me entró un escalofrío. Seguí leyendo y los datos fueron duros. Le golpeó en el cuello y la cabeza hasta morir. Ya la había amenazado "yo iré a la cárcel pero tú no te irás de una pieza". El pánico, la desprotección que debió sentir esa mujer sería tremendo. Ella intuyó que iba en serio y lo denunció. El Juzgado de Violencia sobre la mujer, de Málaga, de dónde era la víctima, sustituyo por cursos de igualdad los 14 meses a los que en principio fue condenado. ¡Oh! pensaron que corría un riesgo menor a pesar de amenazarla de muerte por teléfono y correos electrónicos. El asesino, esta vez, no pudo escapar pero a costa de llevarse salvajemente su vida, de 37 años, por delante.

Duele todo; como vivió y como murió Susana. Duele esa hija que dejó en el colegio como cada mañana, a buen seguro con prisas, con besos y con el bocadillo en la mochila cargada a la espalda sin saber que sería la última vez. Contamos las noticias, luego se nos olvidan y pasamos a otras cosas. Pero hay tantos dramas detrás de esos datos y nombres. Imaginen esa niña con sus tareas en clase, su recreo y después la dura verdad. No es justo y además incomprensible que tipos como este y otros que han sido y vendrán sientan tales instintos. Es fácil preguntarse, cuando pasan estos casos; ¿para qué denunciar? le impiden acercarse a 200 metros.pero ¿quién vigila que le asalté en plena calle? . En fin, seguirá siendo todo muy difícil mientras estos sinvergüenzas no cambien su enfermiza mentalidad. Con todo insistimos en la denuncia, que escape del sometimiento, la humillación y el maltrato. Pedid auxilio, porque hay mujeres que han conseguido salir y ahora ayudan a otras a recobrar su dignidad. A valorarse y a quererse. A vivir como personas. Entre ellas está la Fundación Ana Bella con sede en Sevilla. Ana tenía 29 años, 4 hijos, y mucho sufrimiento. Cuenta que los barrotes estaban en su cabeza, pero puedo, con arrojo y valentía, rehacer su vida. En la actualidad da acogida a otras mujeres maltratadas. Ya veis que se puede vivir de nuevo.