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Leopoldo Abadía Jordana. / Archivo
claves para gestionar fortunas

Papá, quiero ser millonario

El hijo de Leopoldo Abadía relata en un libro sus experiencias al frente de una escuela dedicada a formar a importantes herederos

M. E. ALONSO
MADRIDActualizado:

¿Tiene un hijo un tanto desorientado que debe heredar su imperio empresarial? El problema tiene solución. Leopoldo Abadía Jordana dirige con éxito desde hace 23 años el llamado Programa de Formación Individual (PFI), orientado a formar a grandes herederos para que un día puedan hacerse cargo de sus fortunas. Su experiencia y las anécdotas vividas al lado de sus peculiares alumnos le han servido al hijo del popular economista Leopoldo Abadía, autor de 'La crisis ninja', para escribir el libro 'Escuela para millonarios'.

"Por exigencias del guión me dediqué a esto", explica. Todo comenzó en 1987. En aquel entonces trabajaba en la consultora familiar cuando un empresario "de mucho nivel" le pidió ayuda. Leo, como le conocen en su entorno, elaboró un programa a medida para el chaval con algunos directivos de primer nivel como profesores. Todo un éxito. Entonces llegó el segundo alumno y un nuevo triunfo, y así con cada uno de los 202 alumnos que han pasado por las aulas de su particular escuela.

Con edades entre los 19 y los 55 años y llegados de todas las partes del mundo -ya que no abundan programas especializados en educar a millonarios-, sus aprendices son, según explica, gente con falta de autoestima y motivación. "No tienen hábitos de trabajo, no les han inculcado esfuerzo y tienen complejos porque nunca serán como su papá", comenta el autor, que también reconoce que los protagonistas de su libro suelen ser buenos alumnos que sufren mucho porque les falta "conexión con la realidad".

Exclusivos clientes

Ser buena persona, tener dinero y saber leer y escribir son los requisitos que Abadía exige para aceptar un nuevo estudiante, aunque admite que su instinto y la percepción inicial son claves: "Cuando los tienes enfrente ves enseguida si tiene que estar o no en el curso". Entre sus exclusivos clientes figuran los vástagos de empresarios con éxito, que viven a la sombra de sus progenitores y que son esclavos del lujo y la fortuna. Niños ricos que, en algunos casos, no quieren dar clase con un profesor porque odian sus corbatas o que excusan su asistencia porque van a vivir una aventura en Texas o a cazar desde un helicóptero para no mancharse. Pese a ello, los define como "personas normales", aunque, eso sí, con otras costumbres: "No son malgastadores, simplemente sus criterios de gasto y sus límites son otros. Esto hace que crean normales cosas que el más común de los mortales consideraría excesos".

Abadía, que evita dar un solo nombre o una mera pista, asegura que tras dos décadas junto a sus alumnos no siente envidia: "Lo tienen fácil desde el punto de vista económico, pero solo en ese aspecto, y eso es un drama. Por eso, les formamos en lo profesional pero, sobre todo, en lo humano".