NO NOS LO MERECEMOS
Actualizado:Diré lo que Agustín de Foxá al ver la faena de Manolete a aquel quinto sobrero. Se hincó de rodillas en el tendido con los brazos abiertos y, mirando al cielo, gritó: «¡Señor, no nos lo merecemos!». Ha llevado Berlusconi la vida pública a tal nivel de escándalo, de surtido de banalidades y vergüenza ajena, que no creo que por un procesamiento de nada, total, prostitución de menores y abuso de su cargo, piense dimitir. Eso me dije ante su primera comparecencia tras fijarse la fecha del juicio y después de asistir a una de sus sesiones de autocomplacencia, levantándose del diván de psiquiatra para tumbar en él a quienes tienen el atrevimiento de juzgarle. No importa que su tremenda horterez, de cantante decadente recauchutado de crucero, haya ingresado en la lista de sospechosos de delitos graves contra la moral pública. «Me siento estupendamente». Ni un asomo de preocupación o remordimiento, ni la menor intención de dejar a Italia y a los italianos en paz y, como es lo suyo, al servicio de Dios. En él no hay una mentira poética, sino una zafiedad existencial. Cuando saca de la cárcel a la joven prostituta 'Ruby' apela a que se trata de una nieta de Mubarak. Hasta la elección del personaje es lamentable. ¡Qué gran credulidad la del embustero! Sigue en sus trece y no permite que se le cuestione, ni siquiera porque no está capacitado para el puesto. Además de envilecer la democracia y utilizarla a su antojo, se refocila en su incumplimiento, promulgando leyes que le otorgan impunidad.
Un alarde grotesco y de zafiedad sin límites: como cuando piropeó a Obama, joven, guapo y 'moreno', o dejó plantada a Merkel mientras hablaba por el móvil, o atribuyó a su encanto de 'play boy' el acuerdo con la presidenta de Finlandia para que la sede de la Seguridad Alimentaria se estableciera en Italia, o aconsejó a los financieros de Nueva York invertir en su país porque había unas secretarias guapísimas, o sacó de sus casillas a la reina al manifestarse, en Buckingham Palace, de un modo soez y a puro grito, o en rueda de prensa con Putin hizo el gesto de disparar a una periodista incisiva, que rompió a llorar al recordar lo que le sucedió a su colega Ana Politkóvoskaya, o dijo a Zapatero que con tanta ministra encontraría serias dificultades para gobernar, o se burló del líder de la oposición por ser gay, «al menos a mí me gustan las mujeres». Hace mucho que esta farsa humillante tendría que haber terminado, observa 'The Times'.