Ojalá la libertad
Actualizado:Debo aclarar antes que nada que no soy ninguna experta en políticas internacionales, y que de Egipto y Túnez conozco mejor la historia antigua que la contemporánea, circunstancias ambas que dicen muy poco en mi favor y de las cuales, hoy por hoy, me siento avergonzada. Pero a veces la actualidad te pone delante de los ojos un panorama que no has querido o no has sabido descubrir. Y te das cuenta de hasta qué punto has estado mirándote el ombligo y desentendiéndote del resto.
Los catálogos de las agencias de viajes estaban llenos de Egipto y de Túnez. Nos mostraban sus monumentos imprescindibles, las playas paradisiacas y los zocos exóticos donde esperaban gangas y aventuras. Ahora hemos visto otras imágenes: protestas y manifestaciones, plazas ocupadas por el pueblo, el abandono de Zine El Abidine Ben Ali, la esperada renuncia de Mubarak. Los medios se han encargado de tenernos profusamente informados. Hacía mucho que el mundo occidental no seguía con tanto interés las noticias del continente africano, el gran olvidado, el gran eludido. Ahora, la empatía y el temor se mezclan en muchos de nosotros. Recordamos ejemplos cercanos donde no puede considerarse que el cambio político fuese una mejora evidente. Desconfiamos. Pero ojalá que esa desconfianza no tenga razones. Ojalá que en este caso el deseo de libertad conduzca a una democracia fuerte, equilibrada y madura. Que sigamos enganchados a las noticias, preocupados sanamente, interesados por África. Que consideremos sus esperanzas iguales a las nuestras, compartibles, cercanas. Que nos ilusione y nos conmueva ese latido expectante.
Y ojalá (esto ya es un deseo donde entra en juego lo personal) que algún otro país vecino se contagie de ello.