vuelta de hoja

Para ahora las prisas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Estamos dilatando las vísperas y aunque sean mejor que las fiestas no deben prolongarse más allá de no aburrir a nadie, ni siquiera a los que sabemos que la esperanza es un tocomocho, aunque siga siendo una virtud teologal. El llamado ‘caso Faisán’ no sabe dónde poner los huevos. Tiene como el amor de algunos poetas «más voz que carne», pero sobre todo tiene subvencionadas las plumas.

Para hacerse un lío sobre nuestro enredado futuro nada mejor que leer a ciertos analistas políticos. En general se les ve el plumero. Además sus intenciones son superiores a su sintaxis. Lo más común es que barran para adentro y que el polvo nos caiga a todos. ¡Quién tuviera una escoba! Le están metiendo prisa algunos al presidente Zapatero para que decida si se va y coge las botas de siete leguas o si se queda y le echa medias suelas a sus zapatos. Demasiadas prisas. Es de pésima educación empujar a alguien en una escalera, sobre todo si es de salida.

Hay que darle tiempo al tiempo, ya que los relojes no se precipitan nunca, ni siquiera en las más aceleradas ocasiones históricas. ¿Cuál será la ‘hora de España’? Esperemos que nadie dé la campanada. Queda muy distante, aunque sea inevitablemente vigente, cuando aquellas campanas tocaron a muerte, es decir, doblaron, que no es lo mismo un toque de difuntos que el de un enfermo desahuciado, aunque hubo una época en que «el doblar, que es toque serio, lo confundiera el ministro de Educación y Turismo».

Las prisas no traen nada nuevo, según dice la gente, pero tampoco las pausas excesivas. No hay que precipitarse, salvo en caso de incendio, donde el sosiego y la calma pueden ser no sólo virtudes admirables, sino las últimas que podamos ejercitar.