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La foto de Mubarak es retirada del Parlamento. Debajo, soldados y civiles festejan el cambio de régimen. :: REUTERS
MUNDO

La transición egipcia echa a andar

El Ejército disuelve el Parlamento, suspende la Constitución y se da seis meses para entregar el poder

LAURA LÓPEZ CARO ENVIADA ESPECIAL
EL CAIRO.Actualizado:

El Ejército egipcio ha comenzado la demolición de los aparatos del mubarakismo y a asumir bajo su mando todos los poderes con vistas a pilotar la transición hacia una democracia que, según se avanzó ayer, será de seis meses o hasta la entrega de la autoridad a manos civiles elegidas en las urnas. Septiembre se perfila para la celebración de los comicios legislativos y presidenciales.

En un quinto comunicado, el Consejo Militar anunciaba ayer la disolución del Parlamento del pucherazo -formado en diciembre de 2010 con un 92% de diputados fieles al régimen-, y se atribuía la capacidad de emitir en su lugar nuevas leyes por decreto. También se procedía a la suspensión de la Constitución que Mubarak se construyó a medida para apuntalar su autoridad y se comprometía la creación del comité que se ocupará de reformar los artículos que durante décadas impidieron el pluralismo político.

De momento no se ha cancelado el Gobierno, los generales han confirmado la vigencia del Ejecutivo, pero tanto da: desde el primer ministro Ahmed Shafiq hasta todos y cada uno de los miembros del gabinete tendrán obligación de cumplir las órdenes del órgano supremo de las Fuerzas Armadas. Es el depositario de todas las funciones presidenciales y ha empezado a ejercerlas. De Omar Suleimán, el favorito de Estados Unidos designado por Mubarak como su 'número dos' en la etapa final, no hay noticias.

Los pasos adelante conocidos ayer responden a algunas de las principales demandas que inspiraron la revolución que el pasado viernes terminó con la expulsión del 'rais'. No obstante, nada se aclaraba sobre el levantamiento del estado de emergencia que impera en el país desde 1981. El fin de las leyes de excepción -las mismas que han permitido a la dictadura ahora derrocada reprimir con puño de hierro las libertades y negar derechos básicos al pueblo durante treinta años- ha sido la demanda fundamental de los jóvenes. Algunos de ellos se negaron ayer a abandonar la plaza Tahrir en espera de garantías sobre la eliminación de ese código para el terror, y acabaron chocando con la policía, el cuerpo que hasta el último momento se encargo de aplicar la mano dura en nombre de Mubarak, y que está siendo mayoritariamente rechazado en su regreso a las calles.

Estado de emergencia

El Ejército ya expresó su intención de derogar el estado de emergencia cuando Egipto y la plaza Tahrir vuelvan a la normalidad, pero la plaza se resiste a hacerlo mientras las Fuerzas Armadas no cumplan lo prometido. En este pulso, ayer pudo verse cómo en el centro de El Cairo símbolo de las protestas se desmontaba a primera hora gran parte del campamento que ha albergado durante dos semanas a los manifestantes, se instauraba el tráfico y prácticamente desaparecía toda concentración humana. Fue un espejismo.

Antes del mediodía, varios cientos de ciudadanos habían reconquistado posiciones y se enfrentaban a los policías que intentaban desalojarles, ahora por orden militar, y también a grupos que intentaban hacer una sentada en la calzada. La irrupción de los agentes fue recibida inicialmente con besos, aunque pronto empezaron los empujones, los reproches y los intentos de agresión. «Son los mismos que nos pegaron porque se lo mandó Mubarak -decía Sherif Abdel Safi, un informático de 35 años-, y no nos van a mover hasta que los militares demuestren que están haciendo lo que hay que hacer... Y no han empezado». «Si no cumplen con nuestras peticiones, el levantamiento y sus medidas se reanudarán con más fuerza», advertía Safwat Hegazi, un líder de los jóvenes, en declaraciones a Al-Yasira.

Hay desconfianza acerca de las verdaderas intenciones del Consejo Militar, una institución que ha sido pilar del régimen de Mubarak, y de las del ministro de Defensa que lo preside, el mariscal de campo Hussein Tantawi, famoso por su alergia al cambio. Pero lo cierto es que la inmensa mayoría ciudadana ha vuelto a los trabajos y tiene esperanzas en que se consumará el camino democrático, aunque se dice dispuesta a participar en las manifestaciones para refrescar la memoria que se prevé reeditar cada viernes. «Si no nos gusta como progresan las cosas, los veinte millones que salimos a la calle no faltaremos a una segunda ronda», advertía Nasser Abdel Hamid, miembro del grupo Coalición de Jóvenes de la Revuelta de la Ira que ha convocado las concentraciones semanales.

La maquinaria decisoria del Ejército eclipsó ayer en directo la comparecencia del primer ministro, que actuó para dar cuenta de la «preocupación» del Gobierno por restaurar la seguridad y la vuelta a la normalidad. Durante su rueda de prensa fue recibiendo en pequeños papeles las nuevas medidas que iba anunciando el mando militar y, disciplinado, se limitó a irlas leyendo ante los periodistas.