Feliz Valentín (Mubarak)
Actualizado:Una vez tuve una novia que al decidir romper conmigo -luego se arrepintió, pero ya no hubo vuelta atrás- me dijo algo que siempre me ha remedado a Borges o al «te quiero mucho ayer». Me miró a los ojos y me sorprendió diciendo que yo era el hombre de su vida, pero dentro de dos años. Lo que más me impactó no fue tan bella y triste argumentación sino que, después, palideció y se intentó desdecir. No había caído que era 14 de febrero y no quería que cada día de los enamorados le recordase nuestra ruptura.
San Valentín es un tipo de convencionalismo social arraigado en nuestra sociedad -en España, desde que Galerías Preciados tomó el control a mediados del siglo XX- por el cual se hacen regalos a los esposos y amantes. Con mucha gracia cuenta mi querida Paula que a su floristería acudió una vez un caballero al que conocía para encargarle unos ramos de flores. El sujeto quería dos ramilletes idénticos. Tomó las tarjetas y con letra minúscula y contagiada de culpa realizó dos dedicatorias, una por ramo. Cuando acabó, le dio a Paula dos direcciones. La mujer se extrañó de aquello y le preguntó si se había mudado de casa. «¿Tú no vivías en la Calle Alzada?» Su marido, que guardaba cajas en el almacén, al oír esto salió en volandas y la hizo callar. Paula seguía sin entender nada. Luego se dio cuenta de la jugada maestra: Un ramo de flores para la esposa. Otro para la amante. Dos ramilletes exactos, análogos y recíprocos, del mismo color y el igual precio. La justicia llevada al amor.
El poeta Catulo fue famoso por sus escandalosas poesías a la amada infiel, dignificadas para la historia con el famoso epigrama «Odi et amo», real como lo prohibido. Del amor al odio, hay un paso. La volubilidad del sentimiento no es sólo propia de la hembra -«La donna è móbile cual piuma al vento»-, como auspiciábamos, sino también del ser humano y la persona humana y el caballo humano. Y si no, que le pregunten a los egipcios, que en una manifestación extrema de amor y odio han conseguido derrocar a su eterno líder, quién había llevarlos a fuentes tranquilas y pastos verdes, que debía quererlos como a sus hijos y darles el remanso de paz. Hoy, Hosni Mubarak, perseguido por la sociedad y la Justicia internacional, evadido al centro vacacional de Sharm el-Sheikh, reposará su cabeza en algún almohadón, mirará a su derecha, y encontrará a una mujer que, un San Valentín más, lo sigue amando. O quizás no la encuentre. O quizás ya no lo quiera tanto.