Los secretos de Julian
«Genial, paranoico y ávido de poder». El antiguo socio de Assange revela en un libro el lado oscuro del fundador de Wikileaks
Actualizado:T iene todo el aire de una venganza personal, pero también posee el encanto un poco cotilla de las filtraciones. Daniel Domscheit-Berg, el antiguo socio de Julian Assange, ha decidido airear los trapos sucios del fundador de Wikileaks, ese australiano de rostro blando y mirada inquietante que trae de cabeza a medio mundo. Daniel se convirtió en la mano derecha de Assange de 2008 a 2010, justo cuando Wikileaks echaba sus primeros dientes. En dos años, la amistad se convirtió en odio y ahora el odio se convierte en libro: 'Dentro de Wikileaks. En las entrañas del sitio más peligroso del mundo' salió ayer publicado en Alemania. En marzo llegará a las librerías españolas.
Para abrir boca, el diario francés 'Libération' avanza las perlas más jugosas de Daniel: «Assange -dice- es un mitómano, capaz de contar tres historias diferentes sobre su pasado. Se reinventa cada día, como un disco duro continuamente formateado (...) Librepensador, enérgico, genial. Paranoico. Ávido de poder. Megalómano». Según algunos extractos volcados en la web 'Cryptome.org', el antiguo amigo repasa incluso los gustos femeninos de Assange, acusado en Suecia de agresión sexual: «Tenían que ser jóvenes. De veintidós para abajo. Y, por supuesto, que no le cuestionaran (...) Con frecuencia, oía a Julian fardar de cuántos hijos habría dejado por el mundo. Parecía disfrutar con la idea de tener muchos y muchos pequeños juliancitos en cada continente». Pero el libro de Daniel no es solo un repertorio de insultos. También relata cómo funciona (o cómo funcionaba hace unos meses) Wikileaks.
«Como la Cienciología»
Daniel Domscheit-Berg era un oscuro informático de Wiesbaden (Alemania), miembro del Chaos Computer Club, que conoció a Julian Assange en 2007. Fue un flechazo mutuo. El australiano sedujo a Daniel y el alemán comenzó a echarle una mano. Durante mucho tiempo, Wikileaks se redujo a ellos dos, que jugaban con varios seudónimos, y a un puñado de colaboradores sin sueldo fijo. «Queríamos que nuestra estructura fuera secreta y cubríamos todo con un tupido halo misterioso, según el modelo de la Cienciología». Assange citaba a sus informadores en sitios recónditos y extraños, obtenía los documentos y luego los publicaba. La única condición, por lo menos hasta 2010, es que tuvieran un mínimo de importancia. «Ni podíamos ni queríamos conocer quiénes eran nuestras fuentes». El primer golpe de Daniel en Wikileaks fue la publicación de las cuentas ocultas de la filial de la banca suiza Julius Bär en las Islas Caimán. La posterior denuncia de los banqueros sirvió de catapulta para Assange, que comenzó a adquirir esa reputación planetaria de paladín de la transparencia.
Daniel y Julian llegaron pronto a la conclusión de que, para amplificar su mensaje, necesitaban a los medios de comunicación. Comenzaron así las alianzas con los periódicos: primero buscaron a la prensa popular y luego acabaron cerrando acuerdos con 'The New York Times' y otras cabeceras prestigiosas. Pero eso cambió la idea inicial de Wikileaks. Cinco socios preferentes determinan ahora qué es digno de atención pública y qué no: «Eso se aleja mucho de nuestros principios. Demasiado, creo yo», apostilla el informático alemán. Por eso Daniel acaba de crear otra plataforma, Openleaks, para recuperar el espíritu original de la web de filtraciones.
Mientras Wiki y Open compiten en la red, Daniel sacude navajazos a diestro y siniestro. Particularmente turbio es el relato de los días que pasó con Julian en Islandia a principios del año 2010: todos hacinados en «una leonera maloliente», entre trozos de alimentos mohosos y con un Assange desbocado, insultón y amenazante. «Su comportamiento se asemeja muchas veces al de una persona criada por lobos», zanja. Aquella pesadilla acabó en divorcio y Daniel, entre despechado y ofendido, ha decidido ajustar algunas cuentas.