Dignificar al legislador
Sería aconsejable un mayor sosiego en el debate sobre el patrimonio de los diputados
Actualizado:La revisión de las singularidades que acompañan al ejercicio de la representación parlamentaria en las Cortes Generales, promovida en una suerte de liza improvisada entre partidos para atender a la demanda ciudadana de unas instituciones austeras, aconsejaría un mayor sosiego, e incluso la definición normativa de un estatuto general que pudiera fijar las obligaciones y los derechos del responsable político, sea electo o por designación. La legitimación cotidiana de la democracia exige que las instituciones representativas funcionen de arreglo a criterios de eficacia y eficiencia en condiciones de limitados recursos. Pero también que la tarea parlamentaria sean no solo dignificadas por su cometido, sino que además resulten atractivas para la realización personal y profesional de cuantas personas estén dispuestas al ejercicio del servicio público. Es posible que los diputados y los senadores cuenten con determinadas ventajas, en cuanto a la posibilidad de compatibilizar el desempeño de su función institucional con tareas profesionales en la esfera privada o a la hora de acceder a la pensión máxima en mejores condiciones que el resto de los trabajadores. Pero la discusión sobre estas y otras situaciones, que pudieran considerarse como prebendas, en ningún caso debería conducir a un cuestionamiento demagógico del estatus del parlamentario, porque ello acabaría afectando al compromiso y a la solvencia del legislador. La democracia representativa necesita contar con electos preparados y con criterio que modulen la inercia partitocrática de las instituciones aportando rigor y capacidad para definir el interés común. Resulta imprescindible que el Congreso, el Senado y los legislativos autonómicos regulen el estatuto de sus miembros optimizando el trabajo parlamentario, propiciando un cuadro de compatibilidades acorde con la dedicación exigible a los electos, demandando de los partidos una actitud institucionalmente más responsable en la distribución de tareas en sus respectivos grupos, y en esa misma medida limitando aquello que pueda constituir un privilegio innecesario o injusto respecto a los demás ciudadanos.