Sociedad

La 'tournée' del Románico

Una reforma obliga a 59 piezas maestras del Románico a abandonar, por primera vez en 74 años, sus dependencias habituales Un viaje del Museo Nacional de Arte de Catalunya a la Fundación Mapfre

MADRID. Actualizado: Guardar
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Por primera vez desde 1937 las obras maestras del Románico procedentes del Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC) saldrán de sus salas. En esta ocasión, viajarán a la Fundación Mapfre de Madrid que, del 9 de febrero al 15 de mayo, se convertirá en la capital europea de este arte gracias a la muestra 'El esplendor del Románico'.

En aquella primera ocasión, parte de las obras del MNAC se trasladaron a París para participar en una exposición sobre arte medieval en lo que fue «una impresionante operación para su tiempo», asegura Jordi Camps, conservador jefe del Área del Románico del MNAC y comisario de la actual muestra junto a los colaboradores Gemma Ylla-Català y Joan Duran-Porta.

«Entonces no solo se trataba de mostrar la importancia del Románico catalán, sino también de proteger el patrimonio artístico en plena Guerra Civil, en lo que además fue una maniobra de propaganda para demostrar que la República Española se preocupaba de ese patrimonio, religioso también», explica Camps.

Sin guerras de por medio, el traslado de 59 importantes obras es ahora fruto de un acuerdo de colaboración, que coincide con la remodelación de las salas del MNAC a las que la Fundación Mapfre ha contribuido con 900.000 euros, una cifra que bien vale un tesoro, aunque sea prestado.

Tres son las piezas que el comisario destaca de esta muestra, sin desmerecer las demás obras pertenecientes a la colección que se alza como una de las más importantes del Románico en el mundo: la 'Lapidación de San Esteban', las pinturas de Arlanza y la 'Majestat Batlló'.

La primera porque, a parte de ser la imagen más representativa de la iglesia de Sant Joan de Boi, ha sido restaurada y tratada expresamente para la exposición y será así como se lucirá en un futuro en el MNAC: «Las lagunas no conservadas de esta pintura (un fresco traspasado a lienzo) se han tratado buscando acercarse al color original de los muros con lo que queda una representación muy homogeneizada y armónica con todo el conjunto», matiza Camps.

Algo muy importante el tema del color, ya que en el Románico existían razones y propuestas estéticas que buscaban reforzar la magnificencia del edificio y el poder de quienes sufragaban la obra.

«De este modo, la exposición comienza con una reproducción de las pinturas del ábside de San Quirce de Pedret que sirve para evocar lo que es el espacio de la pintura mural, y luego se pasa a la parte dedicada a esa pintura en sí que pretende explicar la idea del edificio pintado. Es el color en la arquitectura. En general se sabe que las iglesias iban pintadas, pero es cierto que hay una imagen muy extendida de que los edificios románicos presentaban sus muros de piedra desnuda», señala el comisario.

La imagen de un Grifo que veremos como muestra de los frescos del Monasterio de San Pedro de Arlanza (Burgos) pertenecía a la Torre del Tesoro. Es la segunda joya por ser no solo parte de un monasterio muy significativo para la historia de Castilla, ligado a la historia y las gestas que aún se cantan del Conde Fernán González, sino una obra muy representativa de una etapa más que productiva del Románico hispánico del 1200, cuando el arte estaba mucho más regido por Cortes como las de los Reyes de Castilla o la Corona de Aragón.

Cierra este triángulo la 'Majestat Batlló', una pieza que ha conservado su policromía original y que, como indica el experto, representa «de la mejor manera posible» una tipología muy característica del Románico catalán que es la del Cristo triunfante sobre la muerte con los ojos abiertos y ataviado con una túnica ricamente decorada .

Fuente de inspiración

El Románico, por su tendencia a la abstracción y al simbolismo dados por el hecho de ser un arte encaminado a reflejar aquello que nunca hemos visto, léase la divinidad, ha inspirado a artistas de vanguardia como Picasso, Joan Miró, Francis Picabia o Antoni Tápies.

Pero su actualidad no se ve supeditada sólo al papel de musa, sino a la atracción que genera por su correspondencia con una época de mucha comunicación y diálogo entre culturas distintas.