vuelta de hoja

Exámenes parciales

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La gente no sabe en quién confiar. Quiere decirse que no tiene demasiado claro dónde puede depositar su exiguo capital de esperanzas y está examinando a los presuntos líderes del futuro, aunque no tenga muy claro que haya futuro. La mayoría estadística considera al señor Rajoy como moderado y sensato, pero la otra minoría estima que es demasiado prudente y bastante pelmazo. En cuanto al agradable insensato, señor Zapatero, sus adictos le están buscando suplentes. De ahí se deriva que estemos viviendo unas vísperas anticipadas. ¿Con qué carta nos vamos a quedar sin tener que romper la baraja? Si nos atenemos a las tropelías cometidas por ambas opciones, nuestras dudas crecen. El número de golfos es aproximado y en la puntuación hacen combate nulo. De ahí el escepticismo de los votantes, que la mitad votará a Bríos y la otra mitad se quedará en su casa, aunque no lluevan más que promesas.

El deplorable colectivo formado por los políticos profesionales, que ha logrado ser mayor que la colectividad, ha conseguido una pésima valoración en conducta. ¿Cómo creer en los que prometen si han defraudado sus ofertas una y otra vez y ya estamos hartos de ir a votar tantas veces? Peor sería no acudir a las urnas. Esa pecera de las opiniones es el mejor océano por el que podemos navegar aunque los piratas consigan que el pez grande se coma al chico.

La ilusión tiene la ventaja de que solo se le puede quitar a quienes la tienen. Ahora se han establecido exámenes parciales entre los líderes, pero el de fin de curso, cuando den las notas, será el definitivo. Llora mejor el que llora el último. No hay que fiarse de los sondeos de opinión. El corazón de los votantes es insondeable y hay radiografías que salen movidas. Como si nuestro esqueleto estornudara.