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Editorial

Egipto: inquietante espera

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En el décimotercer día de la gigantesca revuelta popular que casi súbitamente ha puesto al régimen egipcio contra las cuerdas, se advierte un cierto empantanamiento. Tal situación es hija de la decisión del presidente Mubarak de no dimitir, pese a estar amortizado en términos políticos, aunque hoy está claro que cuando anunció que no concurrirá a la elección presidencial en septiembre, él sabía lo que realmente importa: el Ejército no le abandonará. Ese Ejército debe ser, y es, además del árbitro de la situación, la muralla que impedirá un desbordamiento incontrolado en tanto se busca una salida. Tal salida podría estar en acortar algo el calendario y oscurecerse a efectos prácticos mientras Omar Suleimán abre la negociación real con la oposición. El urgente arreglo exige concesiones de las dos partes y Mubarak no parece dispuesto a adelantar su relevo ni la oposición a exigirlo antes de negociar con el hombre-clave, el vicepresidente Suleimán. Washington parece menos categórico en su petición de renuncia y el desacuerdo podría desembocar en la violencia y el caos.