Acuerdos y recuerdos
Actualizado:Resulta sorprendente la escasa atención que un amplio sector de los medios de comunicación ha prestado a los acuerdos económicos a los que han llegado el gobierno, los sindicatos y los empresarios. Algunos se han sentido desilusionados no sólo por los resultados, sino por el hecho de que se produjera un consenso que ha impedido que hubiera triunfadores y vencidos. La mayoría de las tertulias radiofónicas que he escuchado en los últimos días ha enfocado sus comentarios a partir de unos presupuestos dialécticos que, a mi juicio, son simplistas, inadecuados y, en consecuencia, ineficaces. Aplicando los criterios que se emplean para decidir el triunfador de los combates de boxeo, algunos incluso opinan que Zapatero ha de aprender a esquivar con habilidad los golpes que la oposición trata de propinarle con el puño derecho o con el izquierdo, y le exigen que imponga su propio ritmo evitando que los adversarios dañen sus flancos más débiles.
En mi opinión, esta manera de analizar los debates políticos es inadecuada y altamente peligrosa. Un debate dialéctico no es un combate, un juego divertido ni una competición deportiva. Los que así lo interpretan olvidan que los enemigos a los que los diferentes líderes han de vencer no son los adversarios políticos sino la crisis financiera, el paro, la miseria, la desconfianza de los electores y el temor paralizante de los inversores. Poco se conseguirá mientras que los críticos analicen los debates como combates boxísticos, señalando los flancos por los que han de atacar al adversario con el fin de «matarlo» y «rematarlo», para dejarlo «listo para el descabello y preparado para el arrastre». Mucho me temo que, mientras que no cambien los presupuestos dialécticos de estos debates, no sólo serán inútiles sino que servirán para aumentar el descrédito de los políticos y para alejar a los ciudadanos de una participación activa, imprescindible en una democracia.
Los líderes de opinión han de explicar que los diferentes foros de discusión, más que cuadriláteros, son recintos en los que nuestros representantes han de dialogar para encontrar soluciones. Es lamentable que este planteamiento, abalado por el sentido común y por el testimonios de los autores clásicos, nos suene a ingenua utopía, pero deberíamos tener en cuenta que la actual situación económica, social y política exige que unos y otros abandonen sus intereses partidistas, aparquen sus ansias electoralistas y cumplan el encargo que los ciudadanos les hemos encomendado.