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Los que dijeron que no

E. R.
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Los británicos han convertido en una entretenida tradición el rechazo público de los honores, hasta crear una larguísima lista de más de trescientos nombres que reúne a personajes tan dispares como el cantante David Bowie, el actor Albert Finney, el empresario Bernie Ecclestone, el escritor John Le Carré o el director de cine Ken Loach. Allí incluso los devuelven después de aceptarlos, como John Lennon, que remitió a la Reina su cruz de la Orden del Imperio Británico junto a una carta en la que protestaba «por la participación de Gran Bretaña en el asunto de Nigeria y Biafra, por nuestro apoyo a los americanos en Vietnam y por la bajada de ‘Cold Turkey’ en las listas». En España, en cambio, casi no se conoce a nadie que haya dicho que no: quizá sea que aquí las cosas se llevan con mucha más discreción, o quizá simplemente los títulos nos gustan demasiado como para rehusarlos cuando por fin se nos ponen a tiro.

No obstante, hay tres personas de las que se sabe que hicieron un regate a la nobleza para seguir con su vida plebeya como si tal cosa: el académico Pedro Laín Entralgo, el ‘nobel’ Severo Ochoa y el expresidente Felipe González. El primero, sencillamente, argumentó que no se consideraba merecedor de un título. El segundo se mostró recalcitrante en su rechazo: aún en vida de Franco, cuando el Ayuntamiento de su localidad natal solicitó para él el título de conde de Luarca, Severo Ochoa renunció a él de antemano, aprovechando una visita que hizo a su pueblo en el mes de abril de 1975: «Lo que para mí tiene más valor son los nombramientos de hijo predilecto de Asturias y de Luarca, que hace tiempo me han otorgado», sostuvo en aquella ocasión el investigador, republicano convencido.

De rodillas

El Rey le ofreció un título al menos en dos ocasiones, pero Severo Ochoa no lo aceptó, y eso que ambos se llevaban estupendamente. La Fundación Severo Ochoa recoge en su anecdotario un encuentro en el que Severo Ochoa se negó a estar sentado mientras el Rey permaneciese de pie, así que este se vio obligado a replicar: «Bueno, don Severo, pues me tendré que poner de rodillas para pedírselo».

También existe una relación muy buena entre el Rey y Felipe González, pero el líder del PSOE rechazó el título con el que tradicionalmente se distingue a los exjefes de Gobierno. Justificó su negativa por razones de coherencia ideológica y personal: aunque haya por el mundo conciencias muy elásticas, la verdad es que socialismo y aristocracia nunca han sido íntimos amigos.