El mismo perro con distinto collar
El autor reflexiona sobre la controversia por el trato de Jesús Quintero a los flamencos en su programa
JEREZ. Actualizado: GuardarEn relación al programa de Quintero, los flamencos no paran de naquerar, refiriéndose a éste como el del Loco o el perro, dejándose caer en la doble erre y prosiguen: «Es un gachó arremetío y enterao y, además, nos es buena gente», llegando a compararlo con los señoritos de mediados del pasado siglo, con aquello de: es el mismo perro, pero con diferente collar. Y argumentan: «¿Tú crees que hay derecho que les dé 100 euros a artistas que llevan más de 40 años subiéndose a un escenario?». Cosa que hacen sus adláteres aún a sabiendas de que tamaña limosna es un insulto. Yo les interpelo y hago reflexionar sobre la comparación. Quizá alguno por su edad no lo vivió, pero allá por las décadas de los 60-70 había bastantes señoritos de Jerez que valoraban el flamenco y se gastaban miles de pesetas en las fiestas que solían organizar. Apenas se tomaban unas copas, ya estaba la fiesta montada, con el beneficio que estas tenían para los flamencos de Jerez, que prácticamente vivían del dinero que los señoritos les pagaban.
Tal era el caso del agricultor José Cantos Ropero, quien, como buen aficionado, gustaba de escuchar cante casi a diario, por lo que, con esa frecuencia, pagaba a los flamencos que subían con él a las oficinas que tenía en el céntrico edificio de El Gallo Azul. No pagaba mucho, pero al hacerlo tan de continuo las flamencas tenían para poner la comida todos los días. Esto sin contar los productos del campo que en numerosas ocasiones les regalaba: garbanzos, habichuelas, hortalizas, etc. Obviamente, la comparación con el perro es odiosa.
Culpa
Lo primero que hay que reconocer es que la culpa es vuestra, porque os habéis prestado al juego. El tal Quintero chanela por sesenta y con el rollo del Patrimonio Universal y de que sacandoos en sus programas os está haciendo el favor de promocionaros gratis, os tiene a todos metidos en el canasto y a algunos cogidos por los huevos, ya que al haber cedido los derechos de imagen, el Loco de la Colina -chico loco está hecho- podrá sacaros en pantalla tantas veces como desee, y lo que es más, vender vuestros programas a los países que quiera. Imagínense lo que puede ganar si los vende a todos esos países del mundo en los que está de moda el flamenco. No digamos si se lo compra una cadena de televisión japonesa o los hace DVD y los vende allí como granitos de arroz. Ríanse ustedes de las migajas de los ínclitos Ricardo Pachón o Velázquez Gaztelu con su 'Rito y geografía del cante'.
Aquellos dos se llevaron el bocadito de un yorkshire; éste, sin embargo, va a trincar la mordida de un rodwailer; vamos, ya se la está llevando y bien calentita. Hay algunos que les tiene pegado un bocado tan fuerte en el costado que ya no pueden soltarse.
Los gitanos venís al mundo con una herencia especial, sin duda grabada en vuestros genes por experiencias y vivencias ancestrales, las que se os avizora apenas se os mira y que os advierte ante el peligro: el hambre, la sed de justicia, la persecución, la esclavitud, la ausencia de libertad... Pero en vuestro genoma no estaba grabado el código de barras de este perro, que con el rollito del Patrimonio de la Humanidad y la promoción del flamenco no para de darle «jarilla al verdón» y ustedes con el braguero que os ha puesto brincando en el saltadero.
Imagen
Os hace, incluso, que caigáis en el ridículo de bailar encima de una mesa, de escupir buchadas de güisqui, o arrastraros por el suelo, con lo que perdéis dignidad y categoría. ¡No sé cómo no os dais cuenta y aceptáis las propuestas de sus guiones! Con estas actitudes no le otorgáis al flamenco el prestigio que se merece y que ahora con el reciente nombramiento a nivel mundial, necesita más que nunca para fortalecer su imagen.
Pero, desde luego, lo que es indignante y chorrea sangre es que el perro se esté comiendo el caché de la mayoría de los artistas que acuden a su programa, cosa que hace con los paños calientes de la falsa promesa de futuros contratos más sustanciosos.
Presiones
No lo entiendo, no sé como os ha podido comer el coco hasta el punto de que bailéis en la palma de su mano. ¡Con lo celosos que siempre habéis sido de vuestro arte! Como decía el gran guitarrista y recordado amigo Manuel Fernández Molina, 'Parrilla de Jerez', «¿Hasta nuestro arte nos quieren quitar?», refiriéndose al abuso y las presiones ejercidas por empresarios e instituciones a la hora de contratar flamenco. O, como igualmente lo manifestaba Francisca Méndez Garrido: «Yo soy la Paquera de jerez y el que me quiera escuchar tiene que respetar mi caché».
Menos mal que todavía queda un buen plantel de artistas que espero no les sigan el juego, ni a él ni a los tres amparadores que con tanta habilidad les ponen al toro en el corredero, para que el loco acose y derribe. Uno a lo pelo pincho, al que le han encasquetado la muy holgada y pomposa camisa de la dirección artística; osada misión la suya, dirigir a artistas que ya comían del flamenco antes de que naciera. Al jerezano lo tenemos que salvar por su arte y su compás y porque viene de vuelta de todo y no tiene más remedio que decir eso de tú dame pan y dime lo que quieras.
Al torero, al pobre, lo han colocado en medio del batiburrillo como a un 'mellado' que le ponen una paleta y, claro, se le sale el agua por las comisuras, no da pie con bola y cuando hace compás se equivoca más que una mujer bizca haciendo croché.
Gracioso
Bueno y ya el Loco... me encanta, la verdad es que es gracioso -que como todos sabemos en Andalucía, no tiene nada que ver con la gracia-. A pesar de los años que lleva, no da un olé a tiempo, ni siquiera por Huelva, de cuyos fandangos tanto presume saber. No digamos cuando aporrea la mesa por tangos o por bulerías sin noción de los ritmos, a la par que farruquea con las Nikes los contratiempos.
La ignorancia es osada. Es preciso advertir que ahora, que el flamenco goza de una mayor atención mundial, es cuando más necesitado está de respeto, tanto él como sus artistas, no yéndole a la saga el toreo, también escrupulosamente observado. Es por lo que me viene a la memoria: su empaque, su torería, su dignidad frente al toro, su categoría en la plaza, su seriedad y sus modos... Y con ello, aquellas letras que le hice para que Luis de la Pica se las cantara por bulerías.
Llevaba en la sangre,
dulzor de Riveras.
Tenía los ojos,
del color de la mar.
Y la luna en los cerraos,
sueña con verlo torear.
Y volar, volar, volar.
en Jerez de la Frontera,
que va a torear Paquirrí,
el mejor de los Riveras.
Zahara y Barbate,
lo vieron crecer.
Sus orillas recuerdan,
sentirlo correr,
y los toros reburdean,
en las dehesas por él.
Y volar, volar, volar.