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Excepto la reforma de las pensiones, el resto del acuerdo social son meras intenciones

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El llamado Acuerdo Social y Económico (ASE) rubricado ayer solemnemente en Moncloa y que consolida la reforma del sistema de pensiones va sin duda en la buena dirección, que es la de las grandes reformas estructurales con el mayor respaldo posible. Es evidente que el acuerdo mejora nuestra posición internacional ante los mercados y lanza a los agentes económicos un mensaje de aliento y unidad que contribuirá al despegue de nuestro país, que todavía, a juzgar por las dramáticas cifras del paro de enero conocidas ayer, no ha comenzado aún. Sin embargo, aunque el ASE sirva hoy de importante aval ante la mirada escrutadora de la canciller Merkel, no deberíamos creernos nuestras propias fantasías, por lo que, tras la liturgia alborozada de ayer, a la que faltaron todas las fuerzas políticas de la oposición, conviene reconocer que el paso dado por los agentes sociales y el Gobierno es apenas discreto. En efecto, si se exceptúa la mencionada reforma de las pensiones, el resto del acuerdo es pura retórica ya que todo se reduce a un listado de buenas intenciones y a dos escuálidas medidas relacionadas con las políticas activas, un modesto plan de choque para fomento del empleo juvenil y la creación de un fondo de capitalización para el despido (el modelo austriaco). Con la particularidad de que los sindicatos mantiene enhiesta su oposición a la reforma laboral, por lo que es improbable que fructifique el acuerdo anunciado con los empresarios sobre negociación colectiva. Sucede además que las restantes reformas estructurales pendientes no son de la incumbencia de los agentes sociales sino puramente políticas. En el ASE se habla de acuerdos sobre políticas industrial, energética y de innovación, que deberían ser realmente acordadas por los dos grandes partidos, tanto para garantizar el mayor respaldo político cuanto para que no haya duda sobre su continuidad. Y, por supuesto, se echa en falta también el pacto educativo, cuya repercusión sobre la productividad, aunque a largo plazo, es decisiva. En resumidas cuentas, bien está el ASE si va seguido de otros compromisos políticos que la rivalidad preelectoral no debería impedir. .