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La continuidad de Mubarak alienta el enfrentamiento civil

Batalla campal en la plaza de Tahrir entre partidarios y detractores del régimen, que deja al menos un muerto y centenares de heridos

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Egipcios contra egipcios. La 'Intifada de los libres' fue embestida ayer por un ciclón humano de partidarios de Hosni Mubarak que rompió el asfalto con picos, palos y con sus propias manos para agarrar cascotes y lanzarse con ellos a la conquista de la plaza de Tahrir. El símbolo del levantamiento ejemplarmente pacífico contra el tirano iniciado el 25 de enero.

«El presidente no se va, os vais vosotros; defenderemos a Mubarak con nuestra sangre», fue el aullido de guerra de la masa leal al 'rais' en su ataque escalofriante, que chocó una y otra vez contra los manifestantes contrarios al régimen en una lucha feroz que dejó al menos un muerto y más de seiscientos heridos. La «revolución más noble de la historia egipcia», como escribía la columnista Fatima Nahoud, la de la juventud clamando por sus derechos, se ahogaba en una confrontación civil fuera de control.

Todo estuvo a favor de los alborotadores. Docenas de ellos irrumpieron en el centro de la capital repartiendo latigazos salvajes a caballo y montados al galope en camellos sin ser detenidos en ningún punto de control militar. Si alguien caía al suelo, era pateado en la cabeza sin compasión. Equipos enteros de periodistas extranjeros fueron atacados. Nunca apareció la policía. El régimen mantuvo a los agentes fuera de las calles.

El Ejército que custodiaba el Museo de El Cairo tampoco intervino durante horas, dejando que los dos bandos se retaran y se batieran delante de los soldados, y cuando fueron a separarlos ya era demasiado tarde. Interpusieron una barrera de camiones militares que acabó siendo pasto de los cócteles molotov que llovían junto a muebles, ladrillos y barras de hierro desde los tejados de los edificios. Las tropas dispararon al aire mientras trataban de apagar con cañones de agua las llamas que incendiaban la fachada lateral y los jardines del museo. Nadie escuchó las órdenes del Ministerio de Defensa de regresar a las casas.

«Este es el caos que Mubarak quería, ese maldito arrojó primero a sus antidisturbios y ahora a sus matones contra nosotros para asesinar el cambio. ¿Qué mal nacido sacrifica a un pueblo para salvarse a sí mismo?», clamaba al borde de la batalla Ahmad el Kanter, un activista contrario al mandatario llegado de Giza, «con la orden de mi madre de no volver hasta que no haya echado a ese sátrapa». El erigido en líder del comité de fuerzas opositoras y premio Nobel de la Paz egipcio, Mohamed el-Baradei, acusó al régimen de «tácticas de terror».

«Amor y larga vida al héroe»

El movimiento pacífico surgido hace nueve días parecía poner contra las cuerdas a Mubarak el martes con una tercera manifestación gigantesca, que fue contestada casi a medianoche por el presidente con el mensaje de pesadilla de que seguirá otros pocos meses en el poder. Esa misma jornada, una primera y limitada marcha a su favor se ensayó al pie del edificio de la televisión estatal, bien visible para las cámaras de la propaganda y convenientemente entrenada para proclamar «amor y larga vida al héroe de Egipto, Mubarak».

Pero lo de ayer fue de una orquestación obscena y abrumadora. Si hubo una declaración de las autoridades egipcias fue para negar que hubieran puesto a sus agentes de paisano y a sus mercenarios de seguridad guiando a esa multitud violenta e iracunda que avanzó por la mañana hacia la plaza de Tahrir. Contra eso, lo cierto es que las mareas de gentes llegaban por oleadas ordenadas, conducidas en grupos por individuos que adoctrinaban los eslóganes -«No se va a ir», «Mubarak significa seguridad», «Si, sí Mubarak»- y repartían banderas a estrenar.

En la web opositora 'Seguimiento' -porque ayer Internet volvió a funcionar en Egipto- aparecieron vídeos donde se veía bajando directamente de coches oficiales de policía a los que luego desplegaron pancartas. «Gracias señor presidente por todas las decisiones correctas», se leía en una de ellas, e imágenes de cuatro metros cuadrados con el presidente sonriendo. «No me han pagado, si me quisieran dar 50 libras por defender a mi 'rais' no las cogería», desmentía un carpintero.

A los de los caballos, parece que sí. Un grupo de Facebook señalaba a un parlamentario y miembro del Partido Nacional Demócrata de Mubarak, Kamel el-Gabri, como la persona que, horas antes, había «contratado» en el barrio pobre de Nazlet el-Semman a los jinetes, los mismos que ofrecen sus monturas a los turistas alrededor de las pirámides. Como por arte de magia, de las mochilas de muchos salían fajos de panfletos cantando las glorias del presidente.

«No todos pueden estar cobrando por hacer esto -valoraba al margen un empresario llamado Ibrahim el Hayot-. Aquí se ha sumado también gente espontánea, que ha visto en los últimos días crecer el pillaje, porque han soltado a todos los presos de las cárceles y están asustados». Y añadía: «Eso unido a treinta años de lavado de cerebro les ha empujado a los brazos de Mubarak, esto va a ser una matanza». Los que siguen queriendo librar a Egipto del puño de su 'raís' han convocado a través de las redes sociales 'el viernes de la salvación' en las calles.