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Mubarak desoye el clamor de la calle

Anuncia que no se presentará a las elecciones y que liderará una transición pacífica en Egipto

LAURA LÓPEZ CARO ENVIADA ESPECIAL
EL CAIRO.Actualizado:

Afónicos se quedaron ayer los cientos de miles de egipcios que invadieron el centro de El Cairo de gritar 'Fuera Mubarak'. Después de 30 años de leyes de excepción, sin derecho a manifestase ni a reunirse ni a decir en alto lo que piensan, fueron los dueños absolutos de las calles, vacías ya de los antidisturbios que el viernes los apalearon como a perros. Muchos ni se podían creer lo que estaban viviendo y, por eso, desde el amanecer cantaron su profundo orgullo nacional, rezaron a Alá por perder de vista al tirano y a punto estuvieron de enloquecer juntos las veces que cundió en la plaza de Tahrir el falso rumor de que el 'rais' había claudicado. «Es el último día del régimen, Mubarak. Hay un piloto esperándote en el aeropuerto», se divertían los jóvenes con las voces rotas de entusiasmo en los bajos del hotel Cleopatra.

La capital fue una romería en esa 'marcha del millón de participantes', convertida en la celebración prematura de una victoria que todavía no ha llegado. Desde primera hora de la noche, la cadena Al Arabiya emitía titulares anunciando que el presidente ha decidido que no se presentará a las próximas elecciones, previstas para septiembre, aunque continuará al frente del cargo los meses que faltan para «cumplir las demandas de la gente». Más tarde, en el discurso difundido por televisión, Mubarak anunció efectivamente que no se presentaría a los próximos comicios, por entender que su «obra al servicio de la patria» ya se ha cumplido, pero añadió su intención de tutelar la transición porque «no rechazará sus deberes» en un momento en que considera necesario «mantener la seguridad».

Como ha sucedido con cada uno de los cambios cosméticos que ha improvisado a la desesperada en las últimas fechas -particularmente el de la renovación de su Gobierno-, la traslación de esta última ocurrencia al campo de la manifestación fue inmediata y respondida por la masa con una explosión de rechazo. «¡Alsha'b, yourid, esqat, al rais!», bramó de súbito la plaza Tahrir, «la gente quiere la caída de Mubarak».

Por su parte, la televisión estatal egipcia, la de la propaganda oficial, instó repetidamente durante toda la tarde a «ignorar» habladurías sobre una marcha del presidente huyendo del país. Aunque la contraofensiva para boicotear la protesta se limitó a parar los trenes, perturbar la telefonía móvil, ordenar a los soldados cortar algunos accesos a El Cairo y ponerles a pedir documentaciones en diversos puntos de control. Ni sombra de la brutalidad empleada cuatro días atrás que, según datos de la ONU, dejó 300 muertos y 3.000 heridos en todo el país. Muy a primera hora, sólo hubo un episodio de tensión en Tahrir y se escucharon disparos al aire de los militares. La gente ponía ayer flores en los tanques, como ya ocurrió en Túnez, agradecida por ese comunicado de la noche anterior en el que el Ejército dijo estar «con las demandas del pueblo» y aseguraba que no va a «utilizar la fuerza» contra los civiles.

«Cerca del final»

«Estamos muy cerca del final, creo que sólo es cuestión de tiempo y que este Gobierno está acabado», valoraba desde el reputado Centro de Estudios Estratégicos y Políticos Al Ahram de El Cairo la investigadora Hala Mustafá. La que fue también editora jefa de la revista de pensamiento 'Democracia' añadía: «El Ejército ha entendido claramente que ya no hay forma de defender a Mubarak y lo que veremos ahora serán maniobras del presidente para tratar de llegar a un acuerdo con la oposición, aunque ahí no va a triunfar. También habrá provocaciones o intentos de dividir la calle, que reflejarán su desesperación por seguir en el poder».

El periódico nacional 'Al Ahram' escribía ayer que está habiendo presuntos contactos secretos del régimen con los que han empezado a autodenominarse 'comité de fuerzas opositoras', que aglutina a los grupos de activistas, profesionales, partidos y colectivos políticos -incluida la Hermandad Musulmana- contrarios al presidente. Su voz y líder momentáneo, el premio Nobel egipcio Mohammed El-Baradei, corregía ayer: «Puede haber diálogo, pero no sin que antes las demandas del pueblo sean atendidas, y la primera es que se vaya Mubarak». Y lanzaba un ultimátum al 'rais': «Debe abandonar el poder de aquí al viernes».

Este movimiento opositor recibió ayer un inesperado respaldo al conocerse que El-Baradei había recibido una llamada de la embajadora norteamericana en Egipto, Margaret Scobey. Fue solo un contacto informal, pero suficiente para dar cuenta de algún cambio en la sensibilidad de EE UU, hasta ahora incansable protector de la figura de Mubarak. La tibieza demostrada por Washington en los primeros días de protestas ha sido muy criticada en la calle, una pancarta colgada ayer en El Cairo reclamaba: «Estados Unidos, gobiernos del mundo, déjense de hipocresía y pónganse a defender la libertad de Egipto».

Ayer, en la capital, después de una semana de clamor contra el 'rais', se vio también a una parte de población que le apoya. Fue un millar de personas que se congregó en una manifestación paralela frente al Ministerio de Asuntos Exteriores, empuñando banderas sospechosamente nuevas y símbolos egipcios misteriosamente iguales. «Están pagados», mascullaban los que se dirigían a la plaza de Tahrir, y acusaban a los oficialistas de 'traidores'. Frente a ellos, una mujer llegada de Giza, Safti Labas, decía: «Mubarak es nuestro padre, la estabilidad, la seguridad, nos ha dado escuelas y teléfonos móviles, ustedes los periodistas están aquí libres gracias a él... Es un héroe, sin él Egipto se convertirá en Irak, ¡que Alá le dé otros 30 años de vida para que nos guíe!».