¡Es la injusticia! Estúpido
Lo de Egipto se puede plasmar igual en un papiro que en Twitter: es el grito del ser humano humillado
Actualizado:El periodismo comparte con la política la tendencia a las simplificaciones: ‘el fin de Zapatero’, ‘el modelo autonómico insostenible’, ‘con terroristas no se negocia’… Ya no se trata de la decadencia de las ideologías, sino de reemplazar las ideas por eslóganes. Y mejor si es en cinco palabras, o cuatro, como el título de esta columna. Así que nadie se sorprenderá demasiado que los sucesos del norte de África se hayan convertido en ‘la revolución de Twitter’. La idea se repite en los titulares de la aldea global. Y ya resulta paradójico que unos movimientos desencadenados por las condiciones precarias de vida, por el secuestro de la libertad, por la rebelión natural del ser humano ante la injusticia, por desigualdades humillantes, por una represión brutal… se identifiquen con Twitter. Desde luego las redes aceleran la propagación viral de los mensajes, pero lo esencial no es la red sino el mensaje. Y el descontento estallado en Egipto se puede plasmar igual en un papiro que en un tweet: es el grito del ser humano humillado.
La ventaja de estas simplificaciones es que escamotean no solo la complejidad del problema sino las responsabilidades de fondo. Hablar de ‘la revolución de Twitter’ tapa una realidad poco confortable: dictaduras con la complicidad de las grandes democracias; el apoyo de Francia al autócrata de Túnez, ofreciéndole suministro armado hasta su penúltimo día en el poder; el agónico apoyo de EE UU a Mubarak; la resistencia de Israel que prefiere esa dictadura allí para su estabilidad aunque eso condene a la población; la ‘realpolitik’ de Occidente porque en definitiva el tirano ‘es un hijo de puta pero nuestro hijo de puta’… Sin duda resulta más reconfortante hablar de ‘la revolución de Twitter’, que transmite incluso una imagen positiva de nuestras tecnologías contra los sátrapas, antes que enfrentarse a una mirada autocrítica.
En el primer número de octubre de ‘The New Yorker’, tras la fallida ola verde en Irán, un analista ya escribía que «las revoluciones no serán twitteadas» considerando que eran los iraníes de Occidente quienes estaban en las redes pero que allí la gente se movilizaba boca a boca contra la tiranía de los ayatolás. Y lo mismo en Moldavia o ahora en Egipto bajo el apagón. Así que la idea de Manuel Castells de ‘la wikirrevolución’ es atractiva porque retrata la desestructuración de esos movimientos sin líderes, pero no ilumina la realidad. También la imprenta resultó clave en la conquista de la modernidad como enfatiza McLuhan, pero la imprenta no hizo la Revolución Francesa ni las redes han hecho esta revolución. Eso le arrebata el drama humano a lo ocurrido. Las redes han acelerado la rebelión, pero no son el motor de esa rebelión.