«Me da pánico volver a la tienda»
La víctima del atraco de Vistahermosa niega que tuviera cuentas pendientes con los cuatro asaltantes
EL PUERTOActualizado:«Estas telas son mías». Joaquín Amaya acaricia el tapizado de los tresillos del hotel. El tono amargo de su voz, aún tocado por la tremenda experiencia que vivió en su tienda, se serena con un destello de orgullo. Pero el susto aún le dura. Y al trauma de verse apuntado por un arma de fuego en su propio negocio, ha tenido que sumar la puesta en duda de su honra. «No ha sido ningún ajuste de cuentas». Fuentes policiales informaron de que entre las hipótesis de la investigación barajan ésta. «Quiero que lo expliquen, porque están poniendo en juego mi prestigio y el pan de mi familia».
Natural de Córdoba y portuense de adopción, Amaya lleva treinta años vendiendo tejidos y alfombras en el centro comercial de Vistahermosa. «Compré el local sobre los planos». Padre de cinco hijos, a sus sesenta y siete años sigue detrás del mostrador y el pasado jueves vivió uno de los trances más duros de su vida cuando cuatro encapuchados atracaron su tienda y robaron mil euros. Pero la peor parte se la llevó su empleada Khadija, de nacionalidad marroquí, que ha estado ingresada con varias heridas. Joaquín tendrá que decidir si se persona como acusación particular, aunque lo que sí tiene claro es que su abogado remitirá un escrito a la Dirección General de la Policía del Ministerio del Interior para que le aclaren por qué estiman la posibilidad de un ajuste de cuentas.
-¿Cómo recuerda el atraco? ¿Qué pasó en esos veinte minutos?
-Serían las once y media aproximadamente. En la tienda había dos matrimonios mayores. Yo sólo hice entrar y un momento después veo entra a cuatro hombres encapuchados. Uno dijo «¡Alto! ¡Que nadie se mueva! ¡Manos arriba». Llevaban dos escopetas recortadas. Uno, que era el más bajito, cerró la puerta y uno de los señores intentó huir, pero le pegaron con la culata de la escopeta y le partieron la pierna. Se quedó en el suelo, mientras el otro le apuntaba. A su mujer le dio un ataque de nervios. Son un matrimonio francés, pero llevan toda la vida aquí.
-¿Y a usted qué le hicieron?
-Mientras uno me encañonaba con la escopeta, otro me sentó y puso unas esposas. Me apretaban tanto que a cualquier movimiento me hacían más daño. Les pedí que me las quitaran. Pero ellos me preguntaban dónde estaba la llave de la caja fuerte. Y empezaron a buscar en los cajones, pero en la tienda no hay caja fuerte. Les dije que en el bolsillo de mi pantalón tenía mucho dinero, que lo cogieran. Eran mil euros. Los sacaron junto con las llaves de mi coche.
-¿Y, mientras tanto, a su empleada también la agredieron?
-A ella la cogieron y se la llevaron adentro, donde está el cuarto de baño. La golpearon en los riñones, en el vientre y la arrastraron por los pelos. Ha estado muy grave, ingresada en el hospital, sangrando.
-¿Y usted seguía esposado?
-Mientras yo gritaba que me quitasen las esposas. Y uno le pidió a otro que buscara un mechero, no se para qué. También vi cómo uno cogía un sobre que había en un cajón y se lo metía en el bolsillo. Se que era dinero, pero no recuerdo cuánto.
-¿Y cuándo salieron los atracadores?
-Yo seguía gritando, y en un momento dado, el que estaba en la puerta dijo «quillo, quillo, quillo, vámonos». Y rápidamente salieron los cuatro. Yo salí corriendo detrás de ellos, con las esposas. Y me fui al bar de enfrente a pedir que llamaran a la Policía, que me habían atracado. Después me enteré que dos de ellos se habían escapado en moto, y a los otros los cogieron en mi coche.
-¿En algún momento le resultó familiar alguno de los atracadores? ¿Sus voces?
-Jamás. Yo gracias a Dios en mi vida he debido dinero a nadie. Solo a los bancos, porque cuando he necesitado algo, lo he pedido. Debo dinero de propiedades y a mis proveedores. Y quiero que la Policía explique públicamente por qué dicen que ha sido un ajuste de cuentas. Yo llevo treinta años trabajando en El Puerto y todo lo he conseguido con el sudor de mi frente. Se está tirando por tierra mi honra y mi prestigio. Jamás he estado detenido por nada. Soy una persona muy humilde y esto está repercutiendo negativamente a mi negocio porque me está relacionando con delincuentes, y de víctima me están haciendo verdugo. No es admisible que la Policía diga esas cosas y quiero que lo aclaren públicamente.
-¿Y por qué cree que la Policía puede barajar que se trata de un ajuste de cuentas?
-No lo se, pero no quiero pensar que sea por mi procedencia o la de mi empleada. Porque no todos los gitanos vivimos de lo mismo. Y yo estoy muy orgulloso de serlo. Tengo muy buenos clientes, de un nivel muy alto, y grandes amigos. Soy una buena persona y llevo toda mi vida trabajando. Y con esta desgracia que me ha pasado, además, están tirando por tierra mi honra y mi negocio, que es el pan de toda mi familia.
-¿Cuándo cree que podrá recuperar la normalidad y reabrir la tienda?
-Estoy a base de pastillas. Fue un susto muy grande. Me da pánico volver a la tienda. Uno de ellos quiso dispararme, pero se puso mi empleada delante y le dijo que le disparara a ella. Yo en aquel momento temí por mi vida. Fueron solo veinte minutos, sí, pero los veinte minutos más largos de mi vida.