Zapatero y los sindicatos dan un respiro al PSOE
Los socialistas ven en el principio de acuerdo con los agentes sociales un punto de inflexión que mejora sus expectativas electorales
MADRID.Actualizado:Si hoy se hubiera puesto un micrófono delante de la gran mayoría de los dirigentes socialistas en el momento justo en el que les llegó la noticia del principio de acuerdo con los sindicatos se habría podido escuchar un elocuente suspiro de alivio. Y más aún si el dirigente en cuestión se presenta a las elecciones autonómicas del próximo mes de mayo. Los líderes territoriales del PSOE dejaron claro el pasado sábado a Zapatero que necesitaban el 'sí' de los sindicatos a la reforma de las pensiones para poder presentarse ante su electorado con, al menos, un logro que ofrecer. El jefe del Ejecutivo no prometió nada, pero se entregó a la tarea consciente de lo que estaba en juego.
Conforme a la filosofía que desde hace ya meses guía sus pasos, estaba dispuesto a seguir adelante con los impopulares ajustes estructurales independientemente de lo que finalmente decidieran los agentes sociales. Pero esa frialdad que le reconocen quienes trabajan más cerca de él no era ni mucho menos el sentir general en sus filas. «Tiene piel de elefante -confesaba esta misma semana un miembro del Ejecutivo-, actúa con una entereza pasmosa».
El caso es que por análisis propio o por hacer de la necesidad virtud sí había llegado a convencer a algunos de que esa era la única actitud posible. «Es mejor perder ahora, pero dejando el convencimiento de que se va por el buen camino, como se hizo en los años 80 con la reconversión industrial, que perder durante mucho tiempo», comenta un histórico socialista que, no obstante, recuerda que Felipe González no tuvo que enfrentarse a una derecha potente, como ocurre en la actualidad.
La tesis del sacrificio y la inmolación, sin embargo, no ha llegado en ningún momento a tener demasiado predicamento entre los 'barones' y el propio Zapatero era plenamente consciente de que el aval de los sindicatos contribuiría, como asegura el líder de una potente federación socialista, a «reforzar su credibilidad ante la sociedad». La suya y la de todo el partido, que ya se resintieron de la huelga general del pasado 29 de septiembre a pesar de su limitado seguimiento.
«Si sale el acuerdo social todo está abierto -anticipaba hace unos días un importante miembro de la ejecutiva socialista-; no podemos obviar que los sindicatos mueven muchos miles de votos». Los socialistas siempre han defendido que UGT y CC OO tienen más capacidad de movilización que ninguna organización política, entre otras cosas, porque duplican con creces en número de afiliados a todos los partidos juntos. Ahora bien, tampoco cabe pensar en un vuelco de las expectativas electorales. Al fin y al cabo, recuerda un alto cargo del Gobierno, «los sindicatos han venido al acuerdo arrastrados».
Margen para el acuerdo
Zapatero jugaba con esa carta a su favor. El Ejecutivo asumía que ni Cándido Méndez ni Ignacio Fernández Toxo tenían mucho margen de maniobra porque no podían ir a un nuevo paro general. Según sus cálculos, apenas habrían cosechado el apoyo del 20% de los trabajadores y eso les tenía maniatados. Con todo, el presidente del Gobierno nunca quiso dar la partida por ganada.
Pero ahora el partido siente que se ha quitado un peso de encima. A nadie se le escapa que el acuerdo social desbroza el camino para un amplio acuerdo parlamentario. Incluso para el apoyo del PP. Como primer paso, Zapatero llamó a Mariano Rajoy por la mañana para hacerle partícipe del entendimiento al que había legado y este manifestó «su buena disposición» a la espera de conocer los detalles. Unos detalles que verán la luz el próximo martes, 2 de febrero.
El modo en el que finalmente se logró el apretón de manos también está cargado de simbolismo interno. Zapatero cenó en solitario durante dos horas con Méndez y Toxo y lo que ha trascendido es que fue el artífice del deshielo. Él solo. Sin Alfredo Pérez Rubalcaba, ni Valeriano Gómez, ni Elena Salgado.
El PSOE pretende sacar provecho de esa imagen para dejar claro que, con debate de sucesión o sin él, su secretario general no ha perdido las dotes de liderazgo, que sigue siendo el capitán de un barco que parecía zozobrar pero que, por primera vez en mucho tiempo, parece estar llegando a buen puerto.