
El pacto salva la cara a Gobierno y sindicatos
El acuerdo refuerza al Ejecutivo frente a los mercados y permite a los sindicatos evitar una huelga general abocada al fracaso
MADRID. Actualizado: GuardarMás allá de que cualquier pacto que ponga fin a un conflicto es siempre motivo de satisfacción, el alcanzado entre Gobierno y sindicatos sobre pensiones permite a ambos respirar un poco más tranquilos. No tanto porque la alianza resuelva todos los problemas de unos y otros, que no, sino porque les evita perjuicios mayores.
El Ejecutivo tiene ahora nuevos argumentos para combatir el acoso de los mercados, que no han dudado en vapulear la credibilidad de España y exigir reformas profundas. La de las pensiones ha sido una de las más demandadas por analistas, organismos internacionales e instituciones financieras. La barrera de los 67 años era un objetivo prioritario y José Luis Rodríguez Zapatero, con matices y 'flexibilidades', lo ha sacado adelante.
Mientras, CC OO y UGT ganan algo muy sencillo, el no verse obligados a convocar una huelga general condenada al fracaso, a la luz del escaso éxito del reciente 29-S.
Algo que, en cierto modo, ha favorecido el empuje del Gobierno, que se sabía con bastante más margen de maniobra que frente a unas centrales sindicales beligerantes y con respaldo suficiente de sus bases para parar el país. Los sindicatos han cedido, pues los 67 años escuecen y mucho, pero se han asegurado una aplicación progresiva con la que calmar a quienes estén a las puertas de la jubilación y, al tiempo, han allanado el camino para lo que queda por negociar, que es mucho y muy importante.
Pacto global
No hay contrapartidas ni «cambio de cromos», dicen, pero también reconocen que, junto a las pensiones, la mesa de diálogo ha tratado otros muchos asuntos dentro de ese pacto global tan anhelado por todos. Las próximas semanas (el Gobierno quiere cerrar la reforma de la negociación colectiva el 19 de marzo) servirán para conocer los detalles de ese eventual 'as en la manga' que pueden guardar Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez. Lo que sí es cierto es que la negociación de la reforma de las pensiones no ha sido la que querían las partes. Al menos los sindicatos. Y es que el propio Rodríguez Zapatero 'dinamitó', quizá acuciado por el ataque de los especuladores, unas conversaciones que avanzaban a buen ritmo y, lo más importante, de forma absolutamente discreta.
Punto de inflexión
Fue en Bruselas el 17 de diciembre, donde en una rueda de prensa de marcado contenido comunitario el presidente del Gobierno desveló sus planes, su idea de progresividad y lanzó el envenenado mensaje de los 67 años. Algo que encendió a los sindicatos, que se vieron sorprendidos por un anuncio que rompía la reserva con que el Ministerio de Trabajo manejaba el asunto.
El enfado fue mayúsculo, y el líder de CC OO no tardó ni 24 horas en llamar a la huelga. Rodríguez Zapatero también reaccionó rápido, y el día 19 Toxo y Méndez almorzaban en Moncloa en un encuentro que sirvió para templar los ánimos. Aquello fue un punto de inflexión pero trasladó la tensión negociadora a la primera plana de los periódicos, lo que complicó la tarea.
Desde entonces, y con amagos de acuerdos y desacuerdos, apariciones estelares de los vicepresidentes y llamamientos más o menos serios a la huelga, siempre de Toxo pero no de Méndez, todo se ha 'cocinado' bajo la batuta de un Valeriano Gómez que sale reforzado del entuerto.
La patronal ha preferido apartarse a un lado y velar armas para su verdadera batalla: la negociación colectiva y el desarrollo de la reforma laboral. La CEOE, descompuesta en la azarosa salida de Gerardo Díaz Ferrán, ha aprovechado para asentar su nueva estructura, con Joan Rosell al mando. Los empresarios están muy molestos. Primero, por no haber sido invitados a la cena del miércoles en Moncloa y, sobre todo, por no haber sido informados en tiempo y forma de que el acuerdo era ya una realidad.