opinión

Independencia y rendición

Jamás pudo imaginar que alguien como Pujol terminase viendo así la vida: blanco o negro

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Siempre pensé que eso de que el hombre joven enciende el fuego que luego, en su madurez, procurará apagar era verdad. Una verdad que el joven termina descubriendo por una mera cuestión de tiempo. O del paso del tiempo. Entre uno y otro hay todo un tiempo de aprendizaje, no todo él es de cerezas, como diría la gran Montserrat Roig. Quien, por cierto, estará leyendo ahora mismo ‘Tiempo de Cerezas’, el libro de la gran escritora catalana que tanto nos ayudó a crecer. No, no es la literatura de una voz que ya no está la que me anima a escribir esto. Aunque, ya puestos, si Montserrat estuviera entre nosotros ya me gustaría conocer su opinión sobre el último ¿recado?, ¿reflexión?, ¿análisis?, o lo que sea de Jordi Pujol. De él les quiero hablar y, sobre todo, de cómo la lógica del joven incendiario y el adulto apagafuegos se rompe llegados a este punto. A estas edades.

A mí, por llevar la contraria en parte, y porque así lo siento sinceramente, se me entiende mal cuando digo que Pujol es uno de los mejores políticos de la historia de España. Siempre que digo esto y tengo cerca a alguien de la carcundia ideológica tan presente estos tiempos creo que pierdo amigos y consideración. Bueno, me quedé sin argumentos. No, no puedo defender a un dirigente que, si no fuera porque sé que no es verdad, diría que ha perdido la cabeza.

Pujol asegura que en las relaciones de Cataluña con España no hay otro camino que la independencia o la rendición. Nunca, jamás pude imaginar que alguien como Pujol terminase viendo así la vida: blanco o negro. Jamás que un hombre como él, siempre abonando a la defensa de terrenos fronterizos que buscan el pacto y el equilibrio lleve en la cabeza un mensaje tan destructivo y antipático como la rendición o la independencia. Rendición o muerte, dice aún Fidel Castro, y a mí lo de Pujol me sonó a eso. A mensaje retador y siniestro; oportunista y salvaje. La queja del nacionalismo catalán de CiU es, o ha sido, moderada y razonable. Pujol, que ha leído historia debería saber que juega con fuego. Lo que dice no es verdad, y él lo sabe. Como sabe, eso espero, que poner a millones de españoles –y catalanes–, en la tesitura de la rendición o la independencia es una temeridad que nadie esperaba de este Bradomín catalán descompuesto: feo, católico y crepuscular. Nada sentimental, por cierto. No sé si ha pensado qué hay después de la frustración de no conseguir la independencia y qué antes de la rendición. Solo una cosa que no quiero nombrar. Aún quedan entre nosotros algunos abuelos para contarlo. Pensaba que él era uno de ellos. Hubo momentos en que no solo me olvidé de mí, sino también de lo que soy. Lo dijo Samuel Beckett, que no llegó a conocer a Pujol.