Antes de tiempo
Actualizado:El acorralado Gobierno español, antes de que lleguemos al ‘corralito’ argentino de hace unos años, propone la jubilación anticipada voluntaria a los 63 años. Una edad magnífica para eso que se llama una persona moderna y más si consideramos que nadie ha podido evitar mientras vivía que le llamaran contemporáneo. Ojalá esa discutida jubilación, que exigirá treinta y cinco años cotizados, hubiera estado vigente siempre. Yo, por ejemplo, que soy el caso más cercano que tengo, llevaría exactamente veinte años disfrutando o padeciendo esa condición. Se me ha hecho tarde o, mejor dicho, se me ha hecho pronto para merecer la jodida palabra, que en principio provenía de júbilo, o sea, de alegría o regocijo. Jamás podré ponerme muy contento porque me llegue la edad de dejar de hacer algo, que por ciento coincide con la que otros tienen para seguir no haciendo nada.
Aprobar la reforma de las pensiones va a ser un lío. La lógica exigencia sindical choca frontalmente con la disminución de trabajadores que coticen. Dentro de poco, cada persona que tenga algún trabajo, aunque más o menos explotada por realizarlo, tendrá a su cargo un ancianito. Roguemos a los indiferentes dioses que no les falte. Mi admirado Tierno Galván, notable embaucador, me dijo una vez que a los oficios no hay que medirlos por su brillantez, sino por su eficacia. Desde su juventud tuvo vocación de persona mayor y se salió con la suya: cuando abandonó, con gran dignidad, este mundo, sólo tenía 67 años, pero había conseguido desde los cuarenta, que todos le llamáramos ‘el viejo profesor’.
Estamos viviendo una víspera, pero es necesario para nuestra contabilidad futura revisar las cuentas de atrás. Estamos «colgados de ayer», que es como llaman a la resaca algunos queridos congéneres latinoamericanos. Nuestra borrachera económica fue un poco demasiado grande. Y libre.