JABALCÓN
Actualizado: GuardarSon innumerables los elementos que aceleran la emoción del paseante ante el rincón del histórico patio: la escalera, que se ciñe a la esquina; sus escalones, que exhiben el desgaste inimitable de los siglos y esconden un perfil nobiliario; la baranda, de barrotes de torno, que soporta un pasamanos de madera preciosa con remates ornamentales; el excéntrico arco rampante, apoyado sobre un pilar y una alta ménsula, ambos en flanco; la galería volada, sustentada por una formidable viga maestra, apoyada a su vez sobre una ménsula señorial de canto tallado; las vigas subsidiarias: los brochales, vigas y alfarjías, que se ofrecen sin máscara.
Pero el protagonista de esta exhibición de refinamiento gaditano es sin duda el jabalcón (que así se llama): el barrote que traslada el peso de la viga al muro de carga. Valora el paseante la sobriedad de su forja, de aire neoclásico; se abandona a la armonía de sus volutas.
Del fantástico lugar sorprende el abandono. Aunque harto peor sería el producto de una de esas reformas integrales que cambian escalones, barandas, pavimentos. ¿No hay una vía intermedia? ¿No se hace una simple campaña informativa que alerte a vecinos, a profesionales, del valor de los elementos que hacen de Cádiz una ciudad irrepetible?