Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Steve Jobs fundó Apple y es uno de los mayores accionistas de Disney.
Suplemento v

¿Y si el jefe se va?

Las grandes empresas sufren grandes pérdidas cuando sus líderes se marchan como el caso de Henry Ford y Ford.

CESAR COCA
Actualizado:

El sector del entretenimiento sufrió un duro golpe en Wall Street en febrero del año 2000, el día que se hizo público que al director y productor Steven Spielberg le habían diagnosticado un tumor renal. La posibilidad de que el ‘rey Midas’ de Hollywood se retirara dañó no solo el valor de Dreamworks, la empresa que había creado cinco años antes con Jeffrey Katzenberg y David Geffen, sino al conjunto de las compañías relacionadas con la producción de cine y televisión. Más o menos lo mismo que ha sucedido con el anuncio de Steve Jobs, que ha tenido el efecto inmediato de un recorte severo en el precio de las acciones. Son dos ejemplos de cómo el relevo temporal o definitivo de algunos líderes carismáticos puede lastrar la marcha de su empresa. Y parece que sirven para desmentir también el principio básico de cualquier organización, que apunta que todos sus miembros son importantes, pero ninguno imprescindible. Hay quienes lo parecen. El problema es que eso no los hace eternos.

La historia de las grandes empresas es pródiga en ejemplos de sucesiones que deterioraron su valor o las sumieron en crisis importantes. En la mayor parte de los casos, la caída del precio de las acciones se explica por la incertidumbre generada al abandonar la firma quien la había fundado o le había dado el impulso definitivo. Sucedió, por ejemplo, cuando en 1945 Henry Ford, cuya salud estaba muy maltrecha, hubo de ceder el timón del imperio automovilístico a su nieto Henry Ford II. Dos años antes, el fundador de la compañía se había visto obligado a ponerse de nuevo al frente de la misma, con 80 años. Su hijo Edsel, preparado para el cargo y que solo llevaba un lustro en la presidencia, murió y él tuvo que recuperar el mando. La incertidumbre cuando lo traspasó a su nieto era máxima y los mercados lo acusaron.

Cosas de familia

Un episodio casi idéntico lo vivió Fiat en tiempos más recientes. Cuando en 2003 falleció Gianni Agnelli, nieto del fundador, el heredero designado fue John Elkann, que en ese momento tenía solo 27 años y que tras un período de ‘regencia’ de Luca Cordero di Montezemolo ya ha asumido la presidencia. Durante meses, la Bolsa italiana escrutó con ansiedad cualquier gesto o palabra del joven –nieto del presidente fallecido por un cáncer de próstata– , tratando de vislumbrar si sería digno sucesor de un gigante. Y qué decir del conflicto entre Liliane Bettencourt, la anciana heredera de L’Oreal, y su hija, destinada en principio a sucederla y que durante tres años ha sembrado todo tipo de dudas sobre el futuro de la empresa. Madre e hija pleiteaban en los tribunales y la Bolsa de París asistía perpleja al impacto que cada nuevo episodio judicial tenía en el valor de las acciones de la firma del ‘porque tú lo vales’.

El temor surgido cuando se supo la enfermedad de Spielberg se debía a razones bien diferentes aunque el efecto final fuera el mismo: tres de los cuatro filmes más taquilleros de la historia son suyos, de manera que si dejaba de dirigir los previsibles beneficios futuros de su productora iban a verse muy mermados.

Sin embargo, cuando murieron Walt Disney y Coco Chanel, creadores de dos imperios con múltiples ramificaciones, nada de eso sucedió. ¿Cuál es la diferencia? De entrada, hay que distinguir entre empresas que cotizan en Bolsa y las que no lo hacen. En las primeras, explica Manuel Bermejo, director de programas de Alta Dirección de IEBusiness School, «el efecto es muy visible;en las segundas, existe pero no se ve con tanta claridad».

En unas y en otras, el principal elemento en juego es la percepción que el mercado tiene sobre el estilo de dirección de esas compañías. «Hay organizaciones en las que el mercado entiende que es participativo y se asienta sobre equipos fuertes, y otras en las que percibe que hay un líder carismático por encima de todo». Son estas últimas las que más sufren cuando ese líder se va, apunta Bermejo.

Estilos de dirección

El caso de Apple es, por supuesto, el segundo. Los especialistas consultados por este periódico subrayan que la imagen de la compañía está tan unida a la de Jobs que éste incluso hacía las presentaciones de cada uno de los artilugios de la firma. Jobs es, casi más que la manzana, su icono. A él se atribuye toda la capacidad de innovación de la compañía, al margen de que trabajen en ella miles de magníficos profesionales. «El mercado ha entendido que una parte fundamental del valor de Apple está asociado a la capacidad de Jobs de innovar y prever por dónde va a ir la tecnología», asegura Joseba Madariaga, profesor de Deusto Business School.

Además, la crisis actual hace que los mercados sobreactúen tanto al alza como a la baja. No hay que olvidar que hace poco más de diez años Apple era una empresa en una mala situación, como recuerda Madariaga, porque todas sus innovaciones tecnológicas habían sido imitadas por otros y no parecía capaz de encontrar un nicho de mercado en el que hacerse fuerte.

encontró, hasta convertirse en una máquina de generar beneficios y en la segunda empresa con mayor capitalización bursátil del mundo. El problema es que necesita lanzar un nuevo invento al mercado cada año y los inversores creen que quien vislumbra e impulsa esas innovaciones es Jobs. Como dice Bermejo, el mercado penaliza «la retirada del visionario».

Qué se valora

Las vacilaciones de los mercados, histeria dicen algunos, llevan a plantearse también preguntas sin respuesta clara. Como qué interpretación cabe dar a la pérdida de valor de una empresa cuando su dirigente máximo se va: si esa es exactamente la equivalencia monetaria del talento del líder en retirada o la de su falta de habilidad para formar un equipo y preparar a un sucesor.

«Valen las dos respuestas. Los mercados cuantifican el genio y sus carencias», estima Madariaga. Una lección más para los grandes líderes: deben difundir el mensaje de que no están solos, de que cuentan con colaboradores que se identifican tanto con la idea de la empresa que podrán continuarla aunque ellos no estén. Porque, como dice Juan Lozano, director académico del Instituto de la Economía Familiar, la despedida de una personalidad carismática siempre genera dudas, pero con la debida planificación se puede lograr que el mercado no las tenga respecto de la idoneidad de la sucesión.

Es lo que sucedió con Disney y Chanel y lo que acaba de pasar con Inditex:la retirada de Amancio Ortega no ha causado la menor convulsión. «La elección de Isla para la máxima responsabilidad ha sido de libro», explica Bermejo. Es la persona que ha estado muchos años junto a Ortega y quien mejor conoce el funcionamiento del grupo. El mercado lo ha entendido a la perfección.

Claro que tampoco son lo mismo todos los sectores. Ortega puso en marcha una idea genial en su misma simplicidad. Lo que el grupo Inditex hace ahora es desarrollar esa idea al máximo, que al fin y al cabo es tarea de un equipo competente. La cosa es más complicada en los sectores muy vinculados a la tecnología, en los que la evolución es constante. Por eso, apuntan las fuentes consultadas, el dominio de una firma suele ser breve: IBM, HP y la propia Apple, entre otras, han ocupado sucesivamente posiciones relevantes en el ámbito de la informática, sin que ninguna se mantuviera mucho tiempo en lo más alto. Tampoco el peso en el mercado que tiene hoy Microsoft es tan abrumador como hace unos años.

Son asuntos que se enseñan en universidades y escuelas de negocios, pero una empresa es una organización formada por personas, donde no todo es lógico ni racional. Por eso, los equipos no siempre se hacen visibles aunque existan y las sucesiones a veces son tortuosas por más que los responsables de las compañías sepan el daño que ello causa a su cotización. Así que si el jefe se va puede que con él se vaya también una parte relevante del valor de la empresa.