RACHA

El término racha, que emplean frecuentemente los entrenadores para justificar una secuencia de malos resultados, es en mi opinión, un tópico carente de fundamento. Pretende dar a entender que el origen de las derrotas depende de unos agentes externos que, incontrolables, son ajenos a sus responsabilidades. Es, para ellos, una especie de ráfaga de viento adverso que influye de manera fatal en las mentes y en las piernas de los jugadores y que, incluso, impide que el balón responda a sus deseos. En mi opinión, sería más eficiente que analizaran más seriamente los fallos y que indagaran los factores reales que determinan el deficiente funcionamientos del equipo. Comprendo la dificultad que entraña justificar una y otra vez las derrotas y el mal juego tratando de evitar que las palabras suenen a reproches a los directivos y a los técnicos por los errores en la confección de la plantilla o que sus juicios se interpreten como quejas a los jugadores por sus desaciertos en el juego, pero es demasiado simplista que, cuando no pueden achacar los fracasos a los errores arbitrajes, a las inoportunas lesiones, a la mala suerte, al calor, al viento, al frío o a la lluvia, se sientan obligados a repetir, una y otra vez, que los responsables son unos misteriosos agentes. En el fútbol -igual que en la vida- los episodios fortuitos suelen ser consecuencias de errores estructurales o, al menos, síntomas de defectos de organización. Hemos de reconocer, sin embargo, que aunque en el encuentro frente al Alcalá, el Cádiz no funcionó a la perfección, los tres puntos le han valido para situarse en el tercer lugar. Es posible que esta victoria haga reaccionar al equipo y que logre disipar algunas persistentes dudas pero mucho me tememos que, si no se llevan a cabo de manera inmediata los pertinentes trabajos de restauración y si no se restañan a tiempo las evidentes grietas, esa racha que ya dura varios años, llevará al club a pique.