Prohibido endeudarse
Actualizado:Siempre nos han estado vedadas algunas cosas, en ocasiones con razón, ya que nadie debe hacer lo que le de la gana si esta no coincide con la de los demás. «Prohibido hablar con el conductor», se leía en los tranvías de mi infancia. (posteriormente se amplío la norma haciéndola extensiva a quien decidió conducir el país).
Todo fueron prohibiciones. En las paredes se prohibía fijar carteles y en las tabernas se exhibían carteles advirtiendo que no se toleraba «blasfemar ni con causa justificada». Quienes creen en el progreso humano, aunque incluyan sus retrocesos para retomar carrerilla, han decidido ensanchar el ámbito y ahora se le va a poner límites al endeudamiento. Ya está bien de engordar el globo porque está pinchado. El Gobierno menguante le va a impedir a Cataluña aumentar su trampa hasta que corrija el déficit que dejó el pintoresco señor Montilla, pero la Generalitat le recuerda al presidente Zapatero que es él el responsable del agujero en las medias suelas que le echamos a la economía española.
«Que cada palo aguante su vela», ha dicho el PSC, no sin razón.
Pobre barquilla nuestra, «sin velas desvelada y entre las olas sola». Si se bloquean las deudas de las emisiones en esa próspera porción de España, antes llamada región, ¿qué será de las demás? Castilla-La Mancha ha lanzado un plan de ajuste para recaudar mil millones al año. Con qué impunidad se habla de millones en los despachos. Si se nos prohíbe contraer deudas llegará un momento en el que tengamos que contraer incluso la respiración. Nos hemos acostumbrado a ser deudores, unos y otros, y ya se sabe que eso de pagar las trampas solo le preocupa a los que piensan pagarlas. Hay que ahorrar en todo menos en esfuerzo. Las autonomías han sido muy derrochonas. Para lograr que dejen de ser manirrotas se piensa que lo mejor es cortarles las manos. Con lo que duele eso.