«Hay que empezar de cero»
Los tunecinos piden un cambio profundo con la ayuda de la oposición que ya regresa del exilioTras 23 años de férrea dictadura los políticos perseguidos por el régimen se aprestan a liderar una revolución aún sin cabezas visibles
TÚNEZ. Actualizado: Guardar«Tengo la sensación de que regreso a un país diferente, no sé lo que me voy a encontrar». Christine salió a comienzos de la semana pasada de Túnez para disfrutar de unos días de vacaciones y regresa en uno de los primeros vuelos que la compañía Air France opera desde el inicio de las revueltas. «En los alumnos se percibía una energía, unas ganas de cambio y oportunidades increíbles, pero nadie imaginaba que las cosas fueran a suceder tan rápido», asegura esta profesora del Liceo francés que como todo el mundo se vio sorprendida por el ritmo frenético de los acontecimientos y el anuncio de cierre del espacio aéreo que supuso la cancelación de todos los movimientos hacia la capital tunecina.
El Airbus 320 está medio vacío. El pasaje viaja con los ojos fijos en los periódicos galos que siguen al detalle la evolución de lo que sucede en su antigua colonia. Dos horas y media después de despegar un aeropuerto internacional de Cartago desangelado da la bienvenida a la aeronave, la única a la vista que no es de la compañía nacional Tunisair. Pese al rápido anuncio de la reapertura del espacio las compañías son cautas y prefieren esperar cómo evoluciona la situación, toda una sangría económica para un país habituado a recibir cerca de ocho millones de turistas cada año.
Junto los ciudadanos de a pie, auténticos protagonistas de esta revolución social sin cabezas visibles, líderes de grupos opositores comienzan a desembarcar en el país magrebí para continuar con una carrera política amordazada por una dictadura de 23 años. El primero en llegar ha sido Moncef Marzouki, dirigente del Congreso para la República, formación de carácter secular que, como el resto de formaciones opositoras, cuenta con escasa penetración en una población que tiene ahora la posibilidad de conocer a los políticos vetados durante el anterior régimen.
Marzouki llega a su país con un mensaje claro: «La revolución debe continuar». Un mensaje que las calles tienen asimilado ya que los ciudadanos no parecen dispuestos a aceptar los términos del diseño de la actual transición con un peso tan fuerte del antiguo partido del régimen. «Haré todo lo posible para asegurar una paz real y una transición democrática», declaró Marzouki ante los cientos de seguidores que le esperaban a las puertas del aeropuerto y que le alzaron para celebrar su regreso.
Control militar
Militares supervisan el control de pasaportes y la zona de recogida de equipajes. A la salida los taxistas van a la caza del periodista y piden tarifas cuatro veces superiores a las habituales por conducirle hasta el epicentro de la revolución tunecina, la avenida Habib Burghiba. Dos tanques cruzados y una gran alambrada impiden el paso de vehículos a esta arteria principal de la capital en la que se encuentran edificios clave como el Ministerio de Interior.
Policías de paisano y efectivos antidisturbios ocupan un lugar normalmente destinado a las compras y el tiempo libre. Con la porra en una mano y la radio en la otra patrullan arriba y abajo sin descanso mientras miran sur relojes a la espera de que den las seis en punto, hora en la que entra en vigor el toque de queda. Faltan pocos minutos y Khaled Ahref acelera el paso. Con las manos metidas en su gabardina beige, este comerciante busca viandantes con los que desahogarse y hablar de política doméstica, un tema tabú hasta hace una semana. «Hay que empezar desde cero, este levantamiento está formado por gente de toda clase social y edades diferentes», repite una y otra vez con energía. Borrón y cuenta nueva.