Una derrota televisada
Actualizado:Siempre he pensado que la televisión ofrece muchas posibilidades para la educación, la formación y la cultura. Siempre he creído que la faceta del entretenimiento podía combinarse con la de la ilustración para que el lema horaciano de «aprender deleitando» se hiciera realidad también a través de este medio.
El pasado 28 de diciembre (como si de una inocentada con mala intención se tratara) el canal de noticias CNN+ dejó de emitir, devorado por la banalidad que el grupo Prisa, antaño ejemplo de progresía, está imprimiendo en todos los medios de comunicación. La frecuencia que ocuparon CNN+ y su elenco de periodistas e informadores (algunos francamente brillantes) la ocupan desde entonces Gran Hermano 24 horas y su repertorio de chabacanerías varias. Esa noche de los Inocentes, 23:59 horas, viendo cómo desalojaban el plató mientras repetían el lema de información al presente que animaba la cadena ('Está pasando, lo estás viendo') algo dentro de mí, la confianza en una televisión educativa, la fe en la información imparcial, se esfumaron.
No entiendo (o prefiero no hacerlo) qué está pasando en España con las cadenas de televisión. Ya no es sólo que haya o no pluralidad, porque siempre ha habido medios parciales, medios independientes, medios de un signo o de otro, y le toca al consumidor discernir y quedarse con la parte de verdad o de exactitud que vaya encontrando. El tema es otro. El tema es que cada vez hay menos calidad y más vulgaridad. Menos informativos y documentales, más telerrealidad y cotilleos. El telespectador ya no tiene que pensar, aprender, ni analizar. Su función se limita a tragarse lo que le echen, sumiso y obediente, a consumir sin rechistar, a cultivar el encefalograma plano.
Gran Hermano ha ganado esta batalla. Ojalá que no haya ganado la guerra.