Cruz: «Me han puesto en la diana»
MURCIA.Actualizado:Mirándole a la cara, la primera impresión es que ha tenido mucha suerte. Un fuerte derrame en su ojo izquierdo delata la brutalidad de los golpes que pudieron haberle dejado sin visión... Pero la mayor herida del paciente de la habitación 515 es un 'Por qué' como una casa. El consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, trata de encontrar una explicación a su agresión. «En los últimos tiempos me han puesto en la diana, queriendo desprestigiarme. No lo entiendo, porque nunca me he metido con nadie». «He sufrido un atentado terrorista», comenta para sí mismo, para enfatizar que ha sido algo más que un montón de golpes.
Cruz, de 38 años, comparte sus reflexiones con este diario ignorando que la Policía interroga a un sospechoso. Comenta que algunas cosas que está leyendo y escuchando no le gustan, pero no concreta cuáles. «Lo importante es mantener la calma y la tranquilidad. Espero que esto se sosiegue», recalca.
Acaba de recibir las llamadas de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, y del titular de Industria, Miguel Sebastián, para interesarse por su estado. No han sido los únicos del Gobierno central y de amigos de la cultura, como el exministro César Antonio de Molina. «Luego vendrá la depresión post parto», bromea. Su primera intención ha sido acudir el jueves a la Feria de Fitur de Madrid, pero todo el mundo se lo ha desaconsejado y ha desistido. Sí ha pedido un ordenador para escribir su próximo artículo dominical para 'La Verdad', donde probablemente verterá algunas consideraciones sobre lo ocurrido. Su mujer, Mercedes Alarcón, organiza las visitas que llegan a la quinta planta del hospital Reina Sofía de Murcia, vigilada por dos guardias de seguridad.
El consejero se ve sobrepasado por la repercusión nacional que ha tenido el ataque se sufrió el sábado, el primero de estas características contra un alto cargo autonómico en medio de un clima sociolaboral de protestas callejeras muy complicado, particularmente en la Región de Murcia, que ha servido de caldo de cultivo para algunos radicales. Comenta que ha sido señalado desde tiempo atrás por la oposición y por determinados grupos como el 'sobrinísimo' de Valcárcel con el objetivo de hacerle más daño político y personal al presidente de la Comunidad.
Cruz estaría muy honrado de ser el sobrino del presidente, pero no lo es, recalca. Es hijo de un primo de la mujer de Valcárcel. Con todo, está convencido de que han ido a por él por ser 'el sobrino'. «Me han puesto en la diana pero nunca me he metido con nadie. Nunca me habrán visto atacando a ningún partido de la oposición. He actuado con respeto a todo el mundo. Entiendo que algunas gestiones puedan resultar polémicas, y que puede gustar más o menos lo que hago, pero todo se resuelve dialogando y manteniendo una controversia sana».
Campaña de acoso
Al igual que el PP y el Gobierno regional, piensa que hay mucho veneno contra él y otros consejeros en Internet que han alimentado la campaña de acoso.
Precisamente la dirección popular ha presentado una denuncia para que se investiguen ciertos mensajes y se ponga freno a la impunidad de quienes se refugian en el anonimato alentando acciones violentas. Cruz no tiene ni idea de quiénes le agredieron. Solo percibe odio, intolerancia y fanatismo en el ataque. No establece ningujna vinculación con los sindicatos ni las protestas de los funcionarios. Con el pijama azul del hospital y una zapatillas a juego se recuesta en el sillón rememorando los instantes que tiene más preclaros de la agresión que sufrió junto a su domicilio, como si a fuerza de repetir la secuencia a todos los que le visitan -centenares de personas en los tres últimos días- encontrara una especie de autoyuda para sobrellevar a este cambio radical en su vida.
«Menos mal que no iba con mi hijo de dos años», señala haciendo acopio de la parte positiva del grave suceso, si es que la tiene, como el hecho de que el ataque no le haya causado males mayores, como la pérdida de un ojo. Lo que recuerda con mayor nitidez es ese golpe contundente que le dejó noqueado, de los muchos que recibió. Pensó que el siguiente paso era caer al suelo semiinconsciente y allí ser pateado por sus atacantes, como ha relatado a varios amigos. «Cuando se marcharon, no sabía dónde estaba», comenta.