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Rousseff, en un país con pies de barro

La presidenta de Brasil lamenta, sin culpar a Lula, la construcción de casas en áreas de riesgo que se vienen abajo con fuertes lluvias

MARCELA VALENTE
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Una de las peores catástrofes naturales de Brasil llega cuando no hace ni dos semanas que asumió la presidencia. Para la flamante mandataria, Dilma Rousseff, será un reto inmenso. Por el momento, son más de 523 los cuerpos rescatados del lodo que dejaron los deslizamientos en la zona serrana del Estado de Río de Janeiro. Hay además unas 6.000 familias que se quedaron sin casa y la tragedia continúa. Las fuertes precipitaciones además ralentizan los rescates.

Rousseff sobrevoló la zona de Nova Friburgo, Teresópolis y Petrópolis, las principales ciudades afectadas, a unos 100 kilómetros de la capital turística, Río de Janeiro. La presidenta declaró que la falta de políticas de vivienda durante muchos años hizo que se multiplicara la construcción en áreas peligrosas. «Asentarse en áreas de riesgo en Brasil es la regla, no la excepción», dijo la presidenta, pero no culpó a su antecesor, Luiz Inacio Lula da Silva, sino a los gobernantes de los años 80.

Las ciudades afectadas representan para Rousseff «la desgracia del populismo», en alusión a la permisividad de los municipios que facilitaron ocupaciones irresponsables en laderas de montañas que se vienen abajo por las lluvias. Ahora serán su Gobierno y las autoridades del Estado los encargados de la reconstrucción en sitios seguros. Pero no son solo familias pobres las que se vieron impactadas por torrentes de lodo a 100 kilómetros arrastrando consigo árboles, vehículos y viviendas arrancadas de cuajo. También la clase media y media alta lo sufrió en carne propia. La familia del conocido economista Eric Conolly perdió a seis integrantes en Petrópolis.

Para los expertos no se trata de una venganza de la naturaleza ni del cambio climático. Las lluvias siempre pueden ser torrenciales en esas áreas de montaña, sobre todo en enero, pero cada vez hay allí más y más gente. Según los especialistas, son zonas de altísimo riesgo en las que viviendas y edificios públicos. La población de las sierras se cuadruplicó en los últimos 30 años.

El jefe de Bomberos de Río, José Pedro Miranda, explicó que las lluvias continuarán y hay serios riesgos de nuevos deslizamientos. Para el funcionario, es difícil estimar el balance final de este desastre, el segundo mayor de la historia brasileña. «Las informaciones sobre cuerpos no paran de llegar», indicó Miranda. Además, hay sitios aislados y numerosos cuerpos permanecen bajo tierra.

En medio de la desolación, una buena noticia trajo esperanza a muchos. Un hombre de 25 años sobrevivió bajo una laja con su bebé de seis meses en brazos. Tras una fortísima avalancha de agua y arena, el pequeño Nicolás Barreto y su padre quedaron en una bolsa de aire que les permitió respirar durante 15 horas hasta que fueron encontrados. Otros no tuvieron esa suerte. Patricia de Souza, una joven madre, hacía la fila en la morgue para retirar el cuerpo de su hijo de seis años. Ella sobrevivió junto a la niña de 10 y al pequeño de dos.